No tengo ningún rencor.
La he amado demasiado como para ensuciar ese amor con rabias o palabras que hieren.
Ella lo sabe.
Me he convertido en una certeza en su vida.
¿Cómo pudo dudar?
¿Cómo dejé que eso pasara,
si está claro que entre ella y el peligro,
siempre estaría yo?
Mi cuerpo puede caer en la fragilidad,
en el miedo,
en la tristeza y la incertidumbre.
Pero así, frágil,
así temblando,
basta con sentir su miedo
para que toda la fragilidad
se transforme en fuerza.
Que se cuide el mundo de intentar hacerle daño,
porque si quiero, soy un muro.
Y si quiero, soy un huracán.
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