Hoy despierto y una vez más afuera no hay nada, un desierto con recuerdos que flotan en el aire y que el viento del desierto desintegra en un instante.No están las estrellas que me dicen donde está el norte y donde queda el sur. No encuentro las señales que me dicen por dónde ir.
Han desaparecido las luces en los cerros que advierten vidas detrás de ellas, han desaparecido los cerros que contienen esas luces. Aquí no queda nada
Mi mirada no alcanza a ver el límite donde termina este espacio infinito y entonces entiendo que no podré salir de aquí. He despertado en un espacio descomunal y en esta eternidad de campos vacíos siento mi fragilidad.
Quedo solamente yo, parada en el centro exacto de esta inmensidad, nada me asegura que un siguiente paso mío no termine en el inicio de un túnel que me lleve a los submundos que me paralizan sólo al imaginarlos, algo me dice que no me tengo que mover, pero aquí inmóvil el viento que traslada esas diminutas partículas de arena, golpea mi cara y va haciendo diminutas y letales heridas que no tendrán tiempo de sanar.
Entonces me quedo inmóvil, midiendo la cantidad de aire que puedo respirar sin arriesgarme a consecuencias devastadoras, el silencio de este abismo me permite escuchar el latido débil y acelerado de mi corazón sin ninguna secuencia lógica en un ritmo confuso que advierte que aún queda vida dentro de mí y me garantiza una agonía eterna.
Me queda como siempre el humo que dibuja caprichoso las siluetas de los que un día se rieron conmigo, de los que lloraron con la certeza de mis abrazos y dejaron atrás la devastadora certeza de que todo termina a pesar de la urgencia natural de tener algo permanente. El humo ha pintado el cielo gris.
Estoy y no estoy en ningún lugar, mi voz se desvanece y quedan clavadas en mi garganta las palabras que no van a salir nunca de mí, no puedo moverme, no debo moverme, y entonces me queda envolverme en mi misma y transformar mi piel en ladrillos que me protejan del sol y de la luna y del viento transformado en alambres de púa que desgarran por dentro lo que queda de mi.
No encuentro una sola voz que me diga que este instante sempiterno es solo una pesadilla y que si abro los ojos puede encontrar un final.
Dime que es mentira todo. Que no existe esta enormidad donde no existe el sonido de mi voz.