sábado, mayo 29, 2010

La eterna pesadilla vuelve por mi

Hoy despierto y una vez más afuera no hay nada, un desierto con recuerdos que flotan en el aire y que el viento del desierto desintegra en un instante.No están las estrellas que me dicen donde está el norte y donde queda el sur. No encuentro las señales que me dicen por dónde ir.
Han desaparecido las luces en los cerros que advierten vidas detrás de ellas, han desaparecido los cerros que contienen esas luces. Aquí no  queda nada
Mi mirada no alcanza a ver el límite donde termina este espacio infinito y entonces entiendo que no podré salir de aquí. He despertado en un espacio descomunal y en esta eternidad de campos vacíos siento mi fragilidad.
Quedo solamente yo, parada en el centro exacto de esta inmensidad, nada me asegura que un siguiente paso mío no  termine en el inicio de un túnel que me lleve a los submundos que me paralizan sólo al imaginarlos, algo me dice que no me tengo que mover, pero aquí inmóvil el viento que traslada esas diminutas partículas de arena, golpea mi cara y va haciendo diminutas y letales heridas que no tendrán tiempo de sanar.

Entonces me quedo inmóvil, midiendo la cantidad de aire que puedo respirar sin arriesgarme a consecuencias devastadoras, el silencio de este abismo me permite escuchar el latido débil y acelerado de mi corazón sin ninguna secuencia lógica en un ritmo confuso que advierte que aún queda vida dentro de mí y me garantiza una agonía eterna.

Me queda como siempre el humo que dibuja caprichoso las siluetas de los que un día se rieron conmigo, de los que lloraron con la certeza de mis abrazos y dejaron atrás la devastadora certeza de que todo termina a pesar de la urgencia natural de tener algo permanente. El humo  ha pintado el cielo gris.

Estoy y no estoy en ningún lugar, mi voz se desvanece y quedan clavadas en mi garganta las palabras que no van a salir nunca de mí, no puedo moverme, no debo moverme, y entonces me queda envolverme en mi misma y transformar mi piel en ladrillos que me protejan del sol y de la luna y del viento transformado en alambres de púa que desgarran por dentro lo que queda de mi.

No encuentro una sola voz que me diga que este instante sempiterno es solo una pesadilla y que si abro los ojos puede encontrar un final. 


Dime que es mentira todo. Que no existe esta enormidad donde no existe el sonido de mi voz.

jueves, mayo 20, 2010

De vuelta al vacío

Tengo todavía el buen juicio de saber que tarde o temprano todo mástil se tambalea en su propia base y que no hay tela que resista mucho tiempo al viento. Tengo la teoría en mi mente como tantas teorías que están ahí porque ahí las puso la vida pero hoy entiendo que es momento de aplicarlas, de poner en práctica la teoría de que nada es permanente, de que lo que tenemos en un instante puede desvanecerse entre el viento y las buenas intensiones.




Hoy mi mundo entero se sostiene sobre la nada, siento como tiembla mi estructura entera y ya puedo escuchar el estruendo de esta siguiente e inevitable caída, el olor de la tierra húmeda empieza a interrumpir el paso del aire sin que yo haya empezado todavía a caer. Las turbulencias esperan en fila para vaciar de golpe todas mis certezas, azotarlas contra el suelo y hacerlas desaparecer y dejarme como siempre en este mundo gris donde encajo perfecta.

miércoles, mayo 12, 2010

Hasta que no levante la mirada

Es el frío de esta cerámica blanca que al hacer contacto con mi piel me recuerda que todavía respiro, que todavía estoy viva y despierta, aunque no estaría mal que fuera un sueño, es al final una perfecta pesadilla si te detienes a mirar bien.

Detrás de la puerta que marca el límite está ese pasillo que termina en nada, repleto de puertas herméticamente cerradas, puertas que guardan los secretos de esos seres que esperan escuchar mis pasos para desatar su furia y sacar sus enormes manos por las diminutas ventanas con rejas que detienen sus ansias de comer carne viva.

No quiero pasar, no quiero salir de aquí, y se que aquí ya no queda nada más que mis ganas de salir, mis ganas de evaporar a esos seres inmundos con la mirada y salir vencedora hasta el final de este gran túnel blanco. Pero para salir de aquí tengo que llegar a la puerta, y entre la puerta y yo existe un espacio casi imposible de ignorar, una sucia mezcla de agua negra/verde y de tornados que forman la imagen que me da más miedo, esa imagen que me mira y me dice que no voy a poder.

Aquí mis prioridades cambian de posición cada vez que cierro mis ojos para darle un descanso a mi mirada, para detener el cansancio ante tanto contraste entre los muros blancos y el espacio que me detiene encima de esta cama.

Respiro tan profundo como me permite el espacio libre que tienen mis pulmones, respiro y se que no tengo espacio para tomar impulso, la distancia no es tan grande pero esa imagen amenaza con llevarme al fondo del abismo, y respiro otra vez y cierro los ojos para no memorizar ese instante de miedo.

El espacio parece ser más grande ahora que que no tengo donde pisar ni de donde agarrarme, ahora que no tengo a quien rezarle, ahora que di el salto y que quedé inevitablemente detenida en este espacio sin gravedad y sin oxígeno.