-No es lo que pasa, es cómo lo vives tú -
Nunca pude entenderlo hasta hoy.
Es que hoy, él, ese que me ama sin condiciones, ese que es mi amigo, me dijo:
"Ella siempre estaba enojada, siempre era todo tan tenso entre ustedes. En ese viaje lo supe: ella pasó el viaje entero enojada, con el ceño fruncido, cruzando los brazos apenas tenía la oportunidad de cruzarlos, con reclamos, con miradas confusas, con palabras sueltas, como balas. Ella no era feliz y eso no tiene que ver contigo. Ella es, y quizás siempre sea, una mujer infeliz, desdichada."
No era un episodio aislado. Era una corriente subterránea, constante, que yo confundí con el cauce natural de nuestra vida juntas.
Me aferré a la idea de que el amor era eso: comprender, sostener, esperar a que pase. Convertí sus tormentas en climas pasajeros, como si bastara con cerrar las ventanas y aguantar el viento.
No vi que lo suyo no eran días nublados, sino un invierno que no se detiene. Que el ceño fruncido no se relajaba, que los brazos cruzados no se abrían, que las palabras ásperas no eran accidentes, sino la lengua con la que me hablaba, la forma que tenía de resistir la vida.
Traduje la rabia en preocupación, el desprecio en cansancio, la frialdad en un mal día. Me volví experta en excusar lo inexcusable, en callar lo doloroso, en mirar con ternura lo que no podía ser otra cosa que grietas.
No puedo seguir llamando amor a lo que exige que me encoja, que me calle, que me doble para no romper el frágil equilibrio de otro. Porque no hay equilibrio posible cuando uno camina agachado. El afecto que pide silencio a cambio de paz no es afecto, sino una tregua desigual, y esa tregua se paga con la piel, con los años, con la memoria.
Amar no es un ejercicio de resistencia, ni una campaña de salvamento perpetua. Mi tarea no era rescatarla de sí misma, ni protegerme de sus tormentas fingiendo que llovía para las dos.
Amarla no me salvó. Lo que me salva, hoy, es poder nombrar las cosas por lo que son, sin disfraz, sin indulgencia, sin la neblina que confundí con ternura, y entender que no es lo que pasa, sino cómo lo vivo yo.
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