Cuando me muera, no me guarden en una urna, no me suelten a ningún viento ni a ningún mar.
El polvo que queda no sabe de olvido.
Sé que en mis cenizas habita la memoria.
Cada grano lleva un suspiro que nadie escucha.
Que ningún viento inoportuno arrastre la tristeza que habita en mi alma hacia la vida de nadie
“…y esa alma sigue hoy en el mundo, dispersa pero viva, como lo sabe todo aquel que respira, que abre la boca y siente de pronto la tristeza.”
.Háganme polvo —como debe ser—
y formen de ese polvo un reloj de arena.
El tiempo se deshace en fragmentos y vuelve a armarse.
Quiero ser tiempo.
Tiempo que cae y que queda.
Quiero habitar el silencio de quienes me amaron,
deslizarme lenta por la garganta del vidrio,
para que nunca olviden que el tiempo, inevitablemente, pasa.
No me llores, amor mío, dame la vuelta.
Que el tiempo no se detenga.
Que vuelva a empezar.
La memoria no se va, solo cambia de forma.
*fragmentos del cuento "La partida" de Alberto Chimal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario