Es como si mi mente hiciera un parpadeo,
de golpe,
una especie de desbordamiento:
la emoción intensa no tiene dónde quedarse
y se expande,
se convierte en algo líquido y abrumador dentro de mí.
El calor se quiebra.
Todo tiembla.
El mar en mis ojos tiembla
hasta que se precipita
y ahí me doy por vencida.
No siento cansancio ni alivio,
es así como es,
seguro así siempre ha sido.
Después, mi cuerpo va logrando la calma,
con algunos destellos de angustia que entorpecen el proceso,
hasta que finalmente la calma llega.
Y ahí,
en cualquier momento,
en cualquier sonrisa,
todo empieza otra vez.
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