A veces miro el pasado, ese que no hay que mirar. Lo miro un ratito no más, como para no olvidarme de dónde vengo.
Ahí está ella, apenas una imagen borrosa que ya no tiene voz. Una imagen sin risa y, por suerte, sin enojo.
Me habían dicho que todo pasa, que hasta la uva pasa, y yo de verdad no podía entenderlo.
Pero ahí está ella: una sombra confusa, un recuerdo difuso, existiendo solo en ese pasado que no hay que mirar.
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