Hay un cuarto dentro de mí que insiste en ser casa y cárcel.
Me paro en la puerta y me miro: tengo las mismas manos que me atan.
Si te nombro —Clau— se ablanda la madera y entra luz, y por un segundo la casa se cree puente.
Quisiera aprender a cruzarlo sin romperme en el intento.
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