Una gota de leche con sabor a miel.
Tan inofensiva.
Una sola gota que arrastra en su interior toda la herencia:
la memoria que dirige mis pasos.
los mandatos que no entiendo,
el eco de una risa que sólo se burla de mi.
No bailes, porque me voy a reír de tu cuerpo torpe.
No cantes, porque mi risa apagará tu voz.
No ames, no te mereces el amor.
No cojas, porque siempre seré yo,
yo en tu piel,
yo en tu deseo,
yo en tu condena.”
Una gota.
Una sola gota con sabor a miel.
Así descubro la verdad:
Eso terrible que me habita eres tú, mamá.
No podía ser nadie más.
No es un ser imaginario.
No soy yo dividida en dos.
No es la enfermedad ni el diagnóstico.
Es tu voz.
Tu voz.
Late en mí como un corazón prestado,
habla en mí.
Tiene toda tu fuerza.
Me falta encontrarte adentro,
abrirme con las uñas hasta desenterrar tu rostro,
y luego vemos.
Ahora sé quién eres.
No seré más tu secreto.
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