lunes, septiembre 29, 2025

La gota

Una gota de leche con sabor a miel.


Tan inofensiva.


Una sola gota que arrastra en su interior toda la herencia:

la memoria que dirige mis pasos.

los mandatos que no entiendo,

el eco de una risa que sólo se burla de mi.

No soy feliz, no vas a ser feliz tu tampoco.
No bailes, porque me voy a reír de tu cuerpo torpe.
No cantes, porque mi risa apagará tu voz.
No ames, no te mereces el amor.
No cojas, porque siempre seré yo,
yo en tu piel,
yo en tu deseo,
yo en tu condena.”


Una gota.


Una sola gota con sabor a miel.


Así descubro la verdad:

Eso terrible que me habita eres tú, mamá.

No podía ser nadie más.

No es un ser imaginario.

No soy yo dividida en dos.

No es la enfermedad ni el diagnóstico.


Es tu voz.

Tu voz.


Late en mí como un corazón prestado,

habla en mí.

Tiene toda tu fuerza.


Me falta encontrarte adentro,

abrirme con las uñas hasta desenterrar tu rostro,

y luego vemos.


Ahora sé quién eres.

No seré más tu secreto.



domingo, septiembre 28, 2025

La batalla de las madres

Hubo una batalla dentro de mí.

La planta pedía rendición,

abrirme, dejarme caer, dejarla entrar.

Yo le respondía que no.

Me resistí a todo.

Ni vomité.

Mis hermanas y hermanos vomitaron por mí,

como si mi cuerpo no estuviera listo

para soltar lo que llevaba guardado.


Después vino el pico.

Una ola de hipersensibilidad que me atravesó.

Podía escuchar mi sangre correr como un río eléctrico,

sentir cada chispa de mis neuronas,

la danza secreta de mi propio cuerpo.

Era dolor y éxtasis al mismo tiempo.


Y entonces apareció ella:

una gota de leche.

La única que acepté de mi madre.

Sabía a miel.

Un sabor mínimo, imposible de olvidar,

un recuerdo guardado en el hueso,

como un tesoro roto.

Esa gota era origen,

una promesa que no terminé de recibir.


Ahora pienso que ese ser

que vive en mí, que me detiene,

que me llena de vergüenza,

es mi madre.

Una forma de ella que encontró un modo de permanecer

dentro mío,

como sombra,

como guardiana,

como cárcel y como herencia.


La planta me mostró

que está ahí desde siempre,

pero también que hay dulzura en la resistencia,

y quizá esa dulzura

es la raíz

de todo lo que necesito sanar.

sábado, septiembre 27, 2025

Mother do you think I'm good enough?

Tengo miedo,

claro que tengo miedo.


Conozco la velocidad

con la que mi mente se desborda

y pierde el rumbo.


Es solo efecto de la medicina.


Si siento miedo,

abriré los ojos.

Me sostendré de algo firme.


Es solo efecto de la medicina 


Un instante pensé en no hacerlo.

Pero ya estoy aquí:

al final de todos los caminos.

Y para salir

debo pasar por esa puerta.


Debes confiar, Vero.

Debes confiar.


Confiar.

¿Confiar?

Confiar.


Voy a confiar.

El amor de mi vida has sido tú.

“Voy a ir a almorzar.”


Pum.


El aire se vuelve turbio,

como cuando un bosque arde

y el mundo se suspende.

Pero sin calor.

Más bien se enfría.


No es humo.

No huele a nada.


Los pájaros vuelan en cámara lenta.

Su canto se desdibuja

como una melodía que se olvida.


“Voy a ir a almorzar.”


El tiempo se detiene.

A mi favor.


Mientras ella termina la frase,

yo ya tengo la respuesta:

“Claro, ven, hay pasta con strogonoff.”

(yo sé que le encanta).


Anoche también la vi.

La miré por las rendijas

de la madera que ella compró,

para cubrirme de la gente.

Tan linda que es.


Pum, pum.

Pum, pum.


Mi corazón se para junto al suyo.

Y empezamos a latir juntas

como si el mundo entero

hubiera igualado sus pasos.


Septiembre se acaba.

Es la última vez que será mi primer septiembre sin ti.


Se han ido agotando mis primeras veces:

mi primer domingo,

mi primera navidad,

mi primer cumpleaños,

nuestro décimo aniversario…

sin ti.


Cierro los ojos.

Escucho solo tu corazón.

Se mezcla con el mío.


La música se apaga.

Las voces se diluyen.

Todo se vuelve silencio

y solo late

tu corazón

y el mío.


Todavía no he vivido

mi primer despertar

sin buscarte.

Aunque cuando no te encuentro

mis ojos ya no lloran.

Cierro los ojos

y me imagino tu corazón,

latiendo al mismo ritmo que el mío.

jueves, septiembre 25, 2025

345 días

11 meses y medio.


Un montón de días, noches, tardes con sol.

345 veces he despertado sin ti.

50 domingos.


Sin ti.


Para mí la cosa era entender; si hubiera entendido, me hubiera movido más rápido.


Saber.


Escuchar las palabras —no los silencios—.


Me hubiera gustado acompañarte en ese tiempo en el que, al final, decidiste que todo sería mejor sin mí.


Hubiera querido saber.


Seguro podría haber girado el rumbo de muchas cosas.


Me frustra el fracaso.

Estaba segura de que mi vida ya había encontrado la arena, el mar y la selva.


Amaba despertar contigo.


Amaba sorprenderme siempre con tu llegada.


Tu sonrisa me tiene atrapada.


Necesito ser libre.


De ti.


De los días que pasan y se suman sin pausa.


Necesito ser libre de todos esos miles de momentos grabados en el disco duro de mi memoria.


De ti.


De tus ojos llorosos, de la ira atrapada en tu garganta, de las palabras que pensé que jamás dirías.


Necesito dejar de contar los días.


Necesito que dejes de ser la primera cosa en la que pienso cada mañana.


Necesito volver a la arena, al mar y a la selva.


Sin ti.




miércoles, septiembre 24, 2025

Lo que es

Es como si mi mente hiciera un parpadeo,

de golpe.

Una especie de desbordamiento:

la emoción intensa no tiene dónde quedarse

y se expande,

se convierte en algo líquido y abrumador dentro de mí.


El calor se quiebra.

Todo tiembla.

El mar en mis ojos tiembla

hasta que se precipita

y ahí me doy por vencida.


No siento cansancio ni alivio,

es así como es,

seguro así siempre ha sido.


Después, mi cuerpo va logrando la calma,

con algunos destellos de angustia que entorpecen el proceso,

hasta que finalmente la calma llega.


Y ahí,

en cualquier momento,

en cualquier sonrisa,

todo empieza otra vez.


lunes, septiembre 22, 2025

Esa cárcel que soy yo misma

Hay un cuarto dentro de mí que insiste en ser casa y cárcel.

Me paro en la puerta y me miro: tengo las mismas manos que me atan.

Si te nombro —amor— se ablanda la madera, entra la luz, y por un segundo la casa es un puente que quiero atravesar 

domingo, septiembre 21, 2025

No quiero ser tu amiga

Volvemos las dos al camino que nos lleva a la casa de una amiga, vamos juntas como corresponde.

Por el camino bonito, de ida y vuelta 

Me voy a ir a Santa Cruz.

El piso del mundo desaparece, se corta mi conexión con lo que sea que me mantiene en tierra. Otra vez, el abismo.

Más bien puedo disimular el golpe y respondo, Claro, siempre supe que te irías, seguro es lo mejor.

El silencio toma protagonismo. Solo se escucha el agua del río que acompaña nuestro camino. Le subo el volumen a la música para salir de ese momento extraño.

Pero en mi cabeza nace una especie de mantra. 

Me voy a ir.
Te vas a ir?
Qué será de mi sin ti?

Siempre me ha sorprendido la radicalidad de tus decisiones. Decides, haces.
Decides, haces.

El mismo día ese, lo decidiste por la mañana y en la noche nuestra vida juntas ya no existía.

Me voy a ir.
Te vas a ir?
Qué será de mi sin ti?

No tiene sentido para mi, para ti tampoco, nosotras somos juntas, somos compañeras, yo hiervo el agua, tu haces el te.

Octubre está cerquita, pronto será 10. Pronto habrá sido un año desde ese día en el que decidiste que no, que la cosa no era juntas, que era mejor que seamos amigas.

Amigas?

A mi me gusta dormir contigo, me gusta abrazarte, me gusta darte besos, las amigas no se duermen, no se abrazan, no se besan.






 


 

sábado, septiembre 20, 2025

Un segundo infinito

Recuerdo el instante preciso en que mis ojos dejaron de ver.

Era de noche, estaba detenida frente a un semáforo verde. Quise leer los segundos que me quedaban y, de pronto, no pude. Nunca más.

He aprendido a reconocer el momento exacto en que la medida de mis lentes cambia. Llega con la solemnidad de una ceremonia íntima: una música de fondo, el olor insistente de una pizza, algún gesto trivial que de pronto se vuelve imborrable. Son segundos que sé alargar hasta el infinito, como si pudiera estirar el tiempo con mis dedos.

Hoy ocurrió mientras escribía. Leía una palabra, otra más, y de pronto el texto se volvió ilegible. Las letras se mezclaron, se confundieron, se volvieron un laberinto. Borrosas, amontonadas, como las migas que se quedan al borde de una bandeja.

Ningún signo de la vejez me ha tomado por sorpresa. La he visto con la paciencia de quien cuenta las grietas en una pared: en los espejos, en los charcos, en las ventanas, en el reflejo de sus lentes.

Y aun así, siempre sucede igual: un instante minúsculo, imposible de señalar, en el que el cuerpo revela su secreto.

Lo percibo todo.

Y, sin embargo, me sorprende.

jueves, septiembre 18, 2025

Eres lo que más quiero en este mundo

Los días, 

cientos de días,

han ido pasando en una clara batalla, 

pero han ido pasando. 


Mi amor, en este infierno, junto a ti se irá.


Puedo atravesar semanas enteras sin escuchar su voz, aunque la pienso absolutamente todos los días.

(sigo durmiendo en la mitad de nuestra cama)

igual que una condena, 

igual que una calle sin salida.

La memoria silenciosa vuelve con la fuerza de un relámpago:

Mi cuerpo la siente cerca, y soy yo hace diez años: completamente encantada, absolutamente enamorada.

Y no, no de esa manera. Esto pasa por encima de lo que existe, no cabe en la carne ni en los gestos, un amor que persiste cuando todo lo demás se ha roto.

Cuando ya no existe el dónde.

Que quede aquí escrito: no es que quiera volver con ella —aunque, si fuera honesta, probablemente lo haría—. No es que llore cada vez que la pienso; ya he llorado todo. Es que así resulta que había sido mi amor.

Su abrazo va dejando de ser un abismo y vuelve a ser el lugar más seguro.

Por unos minutos.

La abrazo y la siento respirar, once meses después, y mi cuerpo comprende que todavía respiramos al mismo ritmo.

Tun tun,

tun tun. 

Igualito que ese día, igualito que el resto de nuestros días.

Pero este amor ya no es suyo. Late en mi sangre, pero ya no le pertenece a ella. Me pertenece solamente a mí.

Es de mis ojos esa belleza, 

es de mis oídos esa dulzura, 

es de mi cuerpo ese temblor que solo pasa en el amor.

En ese amor que cuando se extingue, queda un silencio tan profundo que no sé si estoy viva o si el mundo ha terminado.

Tal vez prefieras irte o no valdrá el fin.

Mis manos se adormecen , no podre seguir.



miércoles, septiembre 17, 2025

Lo que no tiene nombre

Solo vi un papel.

Siempre supe que era un papel.

Vi cuando dibujaron en él la cara de unos niños.

Vi cuando envolvieron el papel y lo dejaron en el piso: parecía un bebé envuelto, un niño muerto.

Era un papel, pero ya nadie  miraba un papel.

Lo habían dejado ahí, sobre el cemento, con la gravedad de un cuerpo.

No lloraba, no respiraba, pero cargaba el peso de todos los niños arrancados de su nombre.

Un papel dibujado, un papel abandonado, un papel convertido en tumba.

Después, una bandera de Israel ensangrentada —con pintura— y quemada, quedó al lado de eso que de pronto ya no era un papel: era el cadáver de un niño.

Yo sabía que era un papel.

Sentí la fiebre. Sentí el frío. Sentí la derrota en mi espalda, en mi pecho, en mi cabeza.

Me senté en ese mismo cemento intentando disminuir la distancia entre mi cabeza y el suelo.

Para no perder el equilibrio.

Para no perder la calma.

Era un niño palestino y estaba muerto.

Intenté respirar con calma para devolverle a mi cuerpo la temperatura. Pero mi respiración no lograba continuidad.

Mis manos temblaban sobre el cemento, queriendo tocar, queriendo sostener, queriendo detener lo imposible.

El silencio me atravesaba como una daga, y cada vez que parpadeaba, la imagen del niño seguía allí, intacta, cruel, inevitable.

Lo que quedaba de sol caía en ángulos extraños, iluminando la bandera quemada y el papel que ya no era papel.

Ese papel que nunca fue un papel 

Yo seguía allí, sentada, tan consciente de mi cuerpo que no podía responder.

El niño seguía allí, sin nombre, sin tiempo, sin respiración.

El cemento había absorbido su calor, su silencio, su derrota.

Quise levantarlo, pero mi cuerpo se negó, y mi mente se llenó de gritos que no sonaban en ninguna boca.

Entonces entendí: la muerte no espera, no perdona, no se acuerda de nadie, no respeta sus cuerpos pequeños ni sus ojos asustados.

Me sentí vacía, como si hubiera dejado mis entrañas junto a ese papel que no era papel.

El viento levantó un polvo oscuro. Olía a ceniza y a desesperanza.

El servicio público de limpieza se llevó las manchas rojas, pero yo me quedé con ellas en la retina, como si la sangre fuera tinta para escribir mi impotencia.

Cerré los ojos, y en la oscuridad de mis párpados, el niño seguía allí.

Mis ojos querían llorar, pero el llanto había sido robado, como la vida que nunca alcanzó a vivir.

Quedó el silencio, duro, contundente, atravesándome por dentro.

Y allí permanecí, con el niño, con el papel, con la nada.







domingo, septiembre 14, 2025

Ya no traigo flores

Yo ahora intento recordar lo que se supone fue el tiempo más feliz de mi vida y no lo consigo.

El recuerdo se atraviesa con otro recuerdo que llega como un relámpago y borra todo.


Las flores.

El lago.

La promesa.

El hastío…


Ni siquiera recuerdas la fecha.Yo recuerdo que me compré unas plantas en el camino.


Nuestra nueva Rayuela, tan grande y tan linda, la noche llena de bailarines y de fiesta. Todo parecía tan lindo.

¿fue real?

La certeza viene rotunda con un golpe de luz y con ruido.

Es estallido.

—¿Qué vas a hacer, atraerlo a ti con comida gratis?—

Lo sé porque recuerdo la luz exacta de ese momento.

Recuerdo el olor a masa de pizza.

El agua tibia en mi cara, como un pequeño río tembloroso.

Recuerdo que hacía frío.


“Disculpa la torpeza.”  

Todo solucionado.

Un mensaje insistente en tu teléfono te deja ahí.

Asunto resuelto.

Pero yo sigo cayendo en ese hueco oscuro de tus acusaciones absurdas, y en la cama, con las luces apagadas, la caída no se acaba.

Una, dos, cien veces, busco los recuerdos de nuestros días más lindos.

Y cuando por fin encuentro uno, irremediablemente lo atraviesa la tristeza.

Pensar en ti o en nuestra vida juntas, ahora sólo me trae tristeza.

Eres un lugar que debo dejar de visitar.


jueves, septiembre 11, 2025

Si tú supieras

Yo nunca he dejado a nadie, nunca he despedido a nadie, nunca he abandonado a nadie.

Ni a personas ni a animales.

Hasta hoy, que por primera vez dije en voz baja: hoy te dejo, te despido de mis posibilidades, abandono tu abandono.

Entendí que tus formas de andar por la vida, son mortales para mi. 
El silencio forzado después de tragar saliva. Cambiar con urgencia el foco de tu mirada. Cruzar tus brazos para sostenerte a ti misma. Tus ojos llorosos cuando ya no soportas un segundo más de silencio, entonces lo dices, torpe, con todas tus armas, defendiéndote de un monstruo inhumano que no existe más que en tu cabeza.

Quién sabe las cosas que aún debes pasar para resolverlo, quien sabe qué caminos solitarios serán necesarios.

Todos somos apenas lo que podemos.
Apenas lo que podemos.

Pienso en ti y solo recuerdo esa forma tuya de sacar de tu camino lo que te incomoda.
Después la culpa.

Cada paso planeado, siempre, siempre en silencio. 

No juzgo tus decisiones, pero sé que a pesar de mi amor profundo, prefiero seguir mi camino sola.

No me da el alma para acompañarte en ese camino que te falta andar.

Usaste las mismas palabras para describir exactamente la misma sensación. Despertar en un mundo ajeno. Como la locura.

El miedo que te enferma 
La angustia que no te deja respirar.
El silencio. 
Eso mismo sentí yo. 
Silencio.


martes, septiembre 09, 2025

Eterno retorno

A veces miro el pasado, ese que no hay que mirar. Lo miro un ratito no más, como para no olvidarme de dónde vengo.


Ahí está ella, apenas una imagen borrosa que ya no tiene voz. Una imagen sin risa y, por suerte, sin enojo.


Me habían dicho que todo pasa, que hasta la uva pasa, y yo de verdad no podía entenderlo.


Pero ahí está ella: una sombra confusa, un recuerdo difuso, existiendo solo en ese pasado que no hay que mirar.

jueves, septiembre 04, 2025

About time

Puedo escribir las cosas más tristes de la manera más linda.

Yo sé eso, siempre he sabido eso de mí.

Sé que para sobrevivir a esta vida tuve que encontrar la manera de mirar toda la belleza posible, en cualquier lugar.

Por eso también hago fotos.

Por eso puedo hacer tazas y trenzas de colores.

También en las personas he aprendido a ver lo más hermoso, no por ellas, por mí, para poder sobrevivir a este mundo tan confuso, para no querer irme todo el tiempo.

Por eso cuando me da una señal, yo pienso que es amor, porque a pesar de todas sus formas (hasta para irse), yo sigo eligiendo ver lo más lindo de ella.

Sí, es así, no logro darme cuenta de que para ella es un juego o qué se yo.

Me tiene ahí, intentando crear alguna posibilidad de vida, pero me tiene ahí.

Silba y yo corro hacia a ella.

Ajá, igual que corre la Bosnia cuando la llamo.

Silba y mis ojos la buscan, pero nunca más han vuelto a encontrarla.

martes, septiembre 02, 2025

La flor y la fábula

Se supone que yo tenía que florecer,

se supone que tenía que brillar.

Pero no salen flores ni luces de mí.

Apenas algunas tazas que he aprendido a hacer,

apenas una tulma a medias.

Once meses,

y todo aquí sigue intacto.

Con la diferencia de que las nubes

ya no me hacen llorar,

ni el sol,

ni la lluvia.

Ni las palomas atropelladas.

Será que se me acabaron las lágrimas

cuando te fuiste.

Lo poco que me quedaba de agua salada

se fue con Clarita.


Cla/rita.

Cla/udia.


Cla/udia.

Cla/rita.


No he florecido, amor.

No he brillado, tampoco.


Apenas,

—con todo mi esfuerzo—

he dejado de llorar,

lunes, septiembre 01, 2025

Claro que tienes perro

"Yo no tengo perro"

Claro que tienes, solo que no vive contigo.

Como los hijos que uno lleva consigo, aunque los días y los techos los alejen.

A veces dices cosas que detienen mi tiempo.

Lo alargan,

lo doblan,

lo hacen irreconocible.


"Yo no tengo perro"


Fuimos juntas a buscarla.

La orden fue tuya: "queremos la hembra más feita que tengan".

Me miraste.

Dijiste: "esta bien ¿no ve?".

Dije que sí.

No me importaba si era la más chiquita o la mas fea. 

Ahora es la más linda.

El cascabel rosado en su cuello me enamoró ese ratito.


Claro que tienes perro.


Bosnia fue un perro difícil, como muchos de nuestros días.

Le cuesta entender que nadie quiere hacerme daño.

Tiembla y llora cuando subo el tono de mi voz.

Nació con miedo, dicen que es genético, lo heredó de su mamá.


Claro que tienes perro.


Bosnia recuerda que existes, que la miras, eres parte de su mundo aunque en tu mundo no haya espacio para ella.

No te despediste, no volviste.

Pero a ella eso no le importa:

te ve y salta,

se emociona,

te lame.

Te ama sin la memoria del abandono.


Claro que tienes perro.


Tiene cinco años.

Nació el mismo día que tu hija del medio.


Era en abril de un ritmo tibio.


Como el gato: te fuiste sin él.

Pronto fue mío,

Después tuyo de nuevo.

luego nuestro.

Tú tienes un perro, aunque no viva contigo.

Yo tengo un gato, aunque yo no viva con él.