jueves, julio 10, 2025

Luto

La última vez que use ropa negra, así, como forma de vida, fue cuando murió Kurt Cobain, en 1994. 

Hoy, a 7 días del misterio más grande para mi, el negro me acerca más a ti, Clara mía. 

Uno podría pensar que es tristeza, pero es más que eso, son los colores que ahora se ven. Es tu nombre.

La experiencia más poderosa está en transformar la tristeza más profunda en las cosas más lindas.

domingo, julio 06, 2025

Olor a gas

Sé que para todos es una paloma, un pájaro, una rata, una presa, un instante, un instinto, un conejo, un gato, un perro, un segundo.


En la cocina hay olor a gas.


No sé decir por qué, no sé decir cómo he caído en este bache oscuro y húmedo, frío y silencioso.


Está todo apagado, hay luna en paz...


Me asfixia el peso de lo irreversible, las imágenes han tomado mi memoria, la pasada y la futura.


En la cocina había olor a gas.


Me paro encima del último lugar, miro abajo, adivino las líneas de tu cuerpo herido, el sonido de tu respiración se alarga en mis oídos, tu mirada no busca nada, mi mirada se clava en la tuya.


Ya no cuenta ovejas, hoy duerme en paz.


El mundo jamás lo entenderá, dirán que el tiempo irá borrando las imágenes, el dolor, lo que no pudo ser.


Sin sábanas, sin un colchón

Duerme tranquilo como un lirón


El mundo jamás entenderá lo insoportable que me resulta la vida.


Olor a gas


Cerré las ventanas para que la muerte no te ecuentre en el tercer piso sin red que te sostenga.


Olor a gas.


Nunca pude respirar con las ventanas cerradas, tuve que acostumbrarme al frío de las noches, a las ráfagas heladas de esas tardes de viento.


Seco el corazón.


No necesitaba esa experiencia para aprender nada, podía entenderlo todo sin vivir la muerte de esa manera tan brutal, tan cruel, tan profundamente dolorosa.

sábado, julio 05, 2025

Algunas cosas ciertas


el piso.

una hoja perfecta flotando en una taza azul.

los colores que no salvan

pero mueven el foco de mi mirada.


y vos.


no quise preguntar si venías.

no sabes cómo te esperaba.

Llegaste, te vi y detuve el tiempo un instante, solo para contener el paso que quise dar. Me levanté a darte un beso, como no, amada mía.

nos sentamos.

no hablamos de lo que importa.

tampoco hacía falta.

te vi bailar.

te vi desaparecer en la pantalla.

me aparté

porque ahora sé que así estoy más cerca.

clarita sigue en el centro.

de todo.


hay baile.

Hay distancia.

hay frío.

hay testigos de lo que ya no se dice.

y, aun así, hay algunas cosas ciertas.

Respirar

La muerte de Clarita

la siento —

en mi cuerpo.


Siento su muerte

en mi cuerpo.


eso es todo.

no.

no es todo.


A veces lo olvido.

pero no, mi cuerpo no se olvida.

yo sí.

un rato.

un minuto.

¿fue un minuto?


Se atropellan.

los pensamientos.

las imágenes.

la última vez.

la primera.


La comida.

el maullido.

la sangre.


Y luego

,

nada.

nada.


Otra vez todo.

viernes, julio 04, 2025

Un minuto

Un minuto.

Un solo minuto.

( todo se apaga.)

La vida se va como si nunca hubiera estado.

Justo cuando ardía.

Justo cuando temblaba de viva.

Se corta.

Se rompe.

Se parte en mil.

(Como un vidrio en la cabeza.)


Repetición.

Imagen sobre imagen.

Otra. Y otra.

Segundos que se pisan.

Un ojo que no parpadea.

Una mente que no calla.

Un cuerpo que no cae.


Es el infierno.

peor.

Es la locura.

El eco.

El bucle.

El grito que grita el silencio más profundo. 

Es la vida 



Un colapso de la percepción

un minuto.

¿un minuto?

no sé.

algo se fue.

algo.

todo.


ardía.

era la vida.

después —

(después nada)


Una imagen 

Otra imagen

Otra 

Otra.

ojos abiertos

ojos cerrados

no importa

entra igual


Mi cabeza no está.

está lejos.

como un televisor sin señal.

lleno de voces.

lleno de gritos.

ninguno mío.


este es el infierno

creo.

es la locura.

no hay diferencia.

ya no.

Todo es lo mismo.

Es un instante que se dibuja inmediatamente para hacerse eterno.

Es para siempre,

Ese instante es para siempre. 

jueves, julio 03, 2025

Se abren los puertos oscuros

No preguntó nada.

Ni cómo fue, ni si dolió, ni si yo estaba sola.

—¿Estás segura?

—Estoy segura.

Entonces dijo, con una voz que parecía no temerle a nada:

“Todo lo que pasa, pasa de la única forma posible.

En este plano, en esta vida.

No hay manera de cambiarlo.

Vas a estar bien, eventualmente.”

Yo pensaba que no.

Que era imposible atravesar eso sin romperse entera.

Suena el árbol que cae.

Porque mirar la muerte así, sin velos ni despedidas, es quedarse a solas con lo irreversible.

Sentir el último aliento de lo que se ama.

No en abstracto ni en sueños.

Sentirlo con el cuerpo.

La sangre en mis labios, en mis manos, en mi memoria.

Las manos quietas.

El cuerpo detenido, aún tibio, pero ya ajeno.

Incompatible con todo lo que sigue vivo.

Después el silencio.

El largo, el denso.

El olor de la muerte.

Las ventanas todavía cerradas, para que la muerte no entre.

La culpa.

El silencio que no consuela, pero al menos calla.

Ese silencio donde una se sienta, a solas, con todo lo que ya no está.

Como el cuento de la que amo.

Un disparo en el centro de todo.

la muerte entera segundo a segundo..

La pregunta:, Por qué así? 

Porque alguien, en algún lugar, dijo un nombre que no era su nombre.

Y el destello fue mío.

Fue para mí.

Porque nadie más estaba ahí, mirando cómo se va la vida.

La vida de un amor que imaginé largo y profundo.

No es que esté todo escrito.

Es que lo que pasa, pasa de la única manera posible

El tiempo

 La imagen se repite como una maldición.

Se cuela en los huecos del día,

en el borde de mis ojos,

en el ruido de las llaves al entrar.

Todo pasó en segundos.

Quiero un minuto.

Un minuto, por favor.

Para gritar.

Para correr.

Para cambiar el final.

No tardé.

Igual me culpo.

La mente es cruel.

Me hace pensar

que un segundo más veloz

hubiera bastado.

Quiero llegar a casa y no encontrar este silencio.

No ver la tristeza en los ojos de Bosnia.

No sentir este aire quieto

donde ya no hay nadie.

Quiero oír sus maullidos.

Esa forma de pedir como si el mundo entero le debiera algo.

Abro la puerta.

El mundo ya no suena

como cuando ella estaba.

Prefiero el misterio de la muerte

a estos días en los que empiezo a comprender que no vas a volver,

que la vida no me dará ese minuto,

que la imagen no dejará de atormentarme.

La luz que no se va

Le escribí.


Después del miedo,

después de Clarita,

después de no saber a quién más.


Y ella respondió.

Como si no hubiera pasado el tiempo.


Llegó la noche y el silencio en la casa que guardaba aún el olor de la muerte que acababa de golpearnos el alma.


Volví a escribirle.


Le conté que había elegido a Clarita porque ella era morena, como yo.

Se rió.

Recordó el momento.

Recordó mi cara.

Y después dijo:

“Vero…

Debo decirte algo.”

(Temblé un poco)

Y entonces:

“No sos morena.”


Nos reímos.


También nos reímos

porque durante años

pensé que ella era más alta,

solo porque ella lo dijo.


Como si nada.

Como si todo.


Nos mandamos besos.

Abrazos.

Palabras de fuerza, de consuelo.

Nos despedimos.

Y por un momento,

volvió a ser casa.

Ella habita la luz que no se apaga, mi amor eterno.

miércoles, julio 02, 2025

En esta inmensidad

Van a pasar las horas, que muy pronto serán días, y meses, y años.

No quedará rastro en esta tierra:

ni de la sangre,

ni de las caricias,

ni de las cosas con las que uno sueña.

No habrá lápida ni letras que el tiempo perdone.

Hasta que un día, será mi huella la que desaparezca.

---      

Van a sumarse los segundos hasta que llegue el último,

ese que se alarga y contiene todo, 

con todos los detalles.

Un segundo.

Un segundo en la oscuridad.

---

La muerte es una daga,

un cuchillo afilado.

Es la inmensidad en la que no existimos,

y al mismo tiempo,

el único lugar

donde habitamos

todos.

La luz oscura que me habita

No la he elegido yo.

Siempre le he tenido miedo.

Papá, la virgen que está en la pared me pega. Tengo miedo, me jala mi pelo.

Es casi eléctrica. Un fulgor que no pide permiso. Una energía con la que nací,

como nacen los relámpagos: quebrando el cielo.

Aprendí a hablar rápido para poder decirle a mi papá.

No me puedo deshacer de ella.

Me habita. Me arrastra. Me exhibe.

La gente cree que soy yo la que entra a los lugares,

pero no.

Es ella.

Yo vengo después, recogiendo los restos.

Me mira la gente como si supiera algo que yo ignoro.

Como si esperaran que arda.

Ojalá ardiera 

A veces quemo lo que amo sin querer.

No sé contener este resplandor oscuro que me desborda.

No es fuerza.

Es tormenta.

Late en mí como un tambor viejo, como un dios que exige sacrificios.

La he querido callar.

Me he llenado de silencios para sofocarla.

Pero vuelve. Siempre vuelve.

Respira en mi nuca. Me susurra cosas que no entiendo.

Yo quise ser como los demás, los que no brillan, los que tienen la cantidad justa de todo 

una que no tiemble,

una que no brille en la oscuridad,

Una que no llame a la muerte.

Ella duerme conmigo.

Me sueña.

Yo apenas resisto.

No quiero ser esa luz. No quiero brillar en ninguna oscuridad, quiero mimetizarme, ser parte del asfalto. Quiero ser yo esa sangre que corre y se lleva la vida. Quiero ser ese último respiro, ese que se va y nunca más vuelve 

No quiero ser yo.

No hay redención en este brillo.

La vida es un diseño terrible tras otro.


lunes, junio 30, 2025

Lucía

Vi a Lucía.

Es la primera vez que la veo sin que alguien me diga:

mira, Vero, es Lucía,

cuidado, yo te cubro.

Nada.

La vi yo.

El pelo corto y desordenado es mío,

pero lo llevaba ella.


Pensé:

la extraño más de lo que debería.

¿quién te dice cómo sentir?

¿Quién puede?

Igual me dicen:

está loca, es mala, no seas estúpida.

Yo asiento,

sonrío,

cambio de tema.


Pero me quedé ahí,

viendo cómo se alejaba,

con ese silencio entre nosotras

que nadie quiso romper.

Ni ella ni yo.

El fin de una paloma

Hace un rato mataron a una de mis palomas.

No vi el golpe, no escuché nada. Solo llegué después, cuando todo ya estaba roto.

Un montón de plumas en la calle, manchadas de sangre. Una de ellas, blanca, voló antes del silencio. Crucé la calle para recogerla. No sé por qué, quizá para no olvidar que el último día de junio mataron a otra de mis palomas.

No sé cuál fue, pero la que quedó está sola.

Quietita en un poste, sin entender nada.

Y yo, con una pluma blanca en la mano, pensando que con eso podría devolver algo. Pero no sirve. No alcanza.

La vida es eso: aprender a caminar recogiendo plumas caídas,

y seguir sosteniendo lo que queda.

sábado, junio 28, 2025

La cuerda invisible

Hubo un momento —quizás un segundo, o apenas un temblor en la espalda—

en que la vida se volvió insoportable.

No dramática ni ruidosa.

Solo insoportable.

Como una piedra que se arrastra en el estómago,

o una cuerda invisible que cada día aprieta un poco más.

Nada que se vea desde fuera.

Porque afuera todo sigue.


Dicen, como si supieran.


Como si la muerte fuera solo un trámite mal gestionado.

Dicen que hace falta más presupuesto,

más líneas de ayuda,

más campañas con colores suaves y palabras bienintencionadas.


Dicen que hay que hablar más.


Y yo los escucho —desde lejos, desde adentro—

y me pregunto:

¿Qué saben ustedes del silencio que lo cubre todo?

¿Qué saben del cuerpo que pesa como si el alma ya no quisiera quedarse?

¿Qué saben de sentir que, al estar vivo, estás estorbando la vida de los otros?

No hay patrones.

No solo se suicidan los poetas malditos ni las cantantes tristes.

Se suicida el panadero.

Se suicida la mujer que cuida a su madre.

Se suicida el que amanece con todos los huesos en su sitio

y aun así no puede moverse.

---

El amor es tan grande,

tan sincero y sentido,

que un día de lluvia, Matilde

acabó por tirarse al río.

---

Y entonces empiezan:

A decir cosas del muerto.

A contarlo, a explicarlo, a diagnosticarlo.

Como si el muerto fuera suyo,

como si la muerte les diera derecho a una opinión más.


Y no.


Existen momentos donde solo cabe el silencio.

Ni siquiera por respeto,

sino porque no entiendes nada, y no tienes nada que decir.

Igual hablas.

Nunca te callas.

Marcas tu espacio como un perro callejero.

Piensas que no hay dolor más legítimo que el tuyo.

Tu culpa no compra redención.

No siempre eres la solución.

No todo está en tus manos.

Y ese vacío, eso que no puedes controlar,

te desespera.

Entonces llorá.

Llorá por tu vanidad.

Llorá porque no sabes qué hacer con tu impotencia.

Llorá porque no llegaste.

Y no porque sea tu culpa,

sino porque no era tu batalla.


Hay dolores que no tienen testigos.

Hay cuerpos que ya no.

La muerte no es un fracaso.

Es una salida.

Es la única salida.

No necesitás entenderlo.

Solo darle el silencio que merece un silencio eterno

y elegido.


Pero el que ahora no era, no se llamaba Horacio, ni había robado aquellos torillos ni era buscado por nadie *




* Fragmento del cuento "Los árboles" -  Claudia Peña Claros -


viernes, junio 27, 2025

Yu

De tiempo en tiempo me desconfiguro.

Mi cuerpo y yo rompemos el lazo por unas fracciones de segundo.

Tan rápido que no se siente. Pero se siente igual.

Un soplido 

Escucho distinto.

si me voy lejos de aquí...

Mi cuerpo se cansa más rápido.

son las 6, son las 6:20, son las 7

Mi ojo derecho no distingue más que los colores.

se ve especialmente nublado

Debo cuidarme cuando tengo sed.

no se vaya a caer el café ni el agua ni el vino.

Mi brazo intenta, pero no lo consigue.

Las bolsas caen con todo lo que contienen.

Escucho las vibraciones imperceptibles de las palabras, de los susurros.

Escucho los secretos.

Escucho ese golpe eléctrico.

No soporto las bocinas. No soporto la rabia.

Entonces voy con ella.

Ella le muestra a mi cuerpo el camino,

pone con sus manos el equilibrio en mi alma.

Me mira.

Not just a glance.

Me mira. Mira mi mirada.

Abraza mi cuerpo cuando hasta el aire me tiembla.

Me devuelve los respiros calmos.

La palabra tranquila.

La esperanza.

Milo

Lo amé antes de que tenga nombre.

Antes de que el mundo lo tocara.

Lo amé en la sombra azul de una ecografía, en la expectativa dulce del que espera.

Saqué su primera foto. Fui casa antes de que diga mamá.

Despue, me fui haciendo invisible.

Cuando preguntaba si podía estar, me respondían con condiciones, con silencios, con espacios a medias.

Me llamaban solo cuando necesitaban, solo cuando no molestaba, solo cuando no había otra opción.

No hubo mensajes, no hubo búsquedas, no hubo invitaciones que no dependieran de la ausencia de otro.

No es amor.

Es un hueco donde caben migajas disfrazadas de presencia.

Ya no quiero vivir ahí.

Me alejo con el dolor callado, con la tristeza rota, con la certeza de que merezco algo distinto.

La ausencia que no se nombra,

la presencia que solo aparece cuando les sirve.

la espera que se estira sin fin,

el silencio que se vuelve un muro invisible.

No es distancia ni olvido,

es un rechazo que rompe todo.

jamás seré un espacio de relleno,

una sombra que aparece solo para desaparecer.

Me alejo porque no queda otro camino.

porque sé que puedo amar sin desaparecer.

jueves, junio 26, 2025

Todo lo que flota

Tuve un sueño.

Estaba en algún lugar que no era mío. Había mar. No un mar calmo, de postal, sino uno que crecía sin pedir permiso. Las olas empezaban a meterse en todo, como si quisieran tragarse el mundo.

El agua se lleva lo que no está bien amarrado.

De pronto ya no estaba en la orilla. Sin moverme, pasaba de un barco a una casa, del auto de Claudia a algún otro sitio, como si la materia del sueño no necesitara coherencia. Iban conmigo mis hijos, mis padres, mis hermanos, mi perro. Todos estábamos juntos, subiendo. Las calles ya no eran calles: eran caminos rotos por la lluvia, huecos por donde asomaba el peligro.

No tenía miedo.

Seguíamos avanzando, como si ese viaje vertical fuera lo único posible. Hasta que miré por una ventana, y el agua ya rozaba el borde. Bastaba una gota más para que entrara.

Todo había quedado bajo el agua. Mis cosas. Mi ropa. La ropa de mis hijos. Todo.

Llevaba a Bosnia conmigo, con su correa bien sujeta. Tenía un cargador en la cartera, porque incluso en el fin del mundo hay que cargar el celular.

Mantenerse conectada. Aunque todo se caiga.

En un momento bajamos. Una casa aún intacta, sin agua. Me preocupaba el cargador, quería cargar mi teléfono. Pero más que eso, pensaba en mis cosas perdidas. Mis zapatos, mis libros, todo lo que una guarda sin saber por qué.

Entonces apareció Claudia. Nosotros ya estábamos por partir, pero ella estaba ahí. No me hablaba. Estaba con su familia.

 Ya no somos parte del mismo desastre.

Mi mamá se me acercó. Me dijo que ella, la que me amaba,  iba a quitarnos el auto, y que entonces nos íbamos a ahogar todos. Pero ella tenía varios autos. Estaba con los suyos. Con su vida entera.

Y aún así, podía hundirme con un gesto.



---


Desperté con la sensación de haber perdido todo, y al mismo tiempo, de seguir a flote.

Como si el sueño dijera: podés seguir sin eso que se hunde, pero todavía te cuesta soltarlo.

Quisiera que nunca hubieras pasado

Quisiera despertar un día sin sentir que me falta la mitad de todo.

Hasta la luz que entra por la ventana es mucha si no te llega también.

Quisiera no tener que esquivar el espejo y poder mirarme y reconocerme sin dudar, sin que mi mente te busque en el espacio que queda vacío.

Tengo miedo de que un día, ya no quieras bailar conmigo, nunca mas

Quisiera que no habites mi memoria. Que no susurres en mis sueños. Que no sacudas mi alma cada mañana.

Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve

Quisiera que no esten tus manos en la chompa verde que amo, en el perfume que me encanta, cuando abro la ventana y pienso en tu frío, cuando enciendo la tele y pienso en que tu, para dormir, necesitas todo oscuro. Sin ruido, sin humo.

No hablo de olvidarte.

Si es mejor contacto cero o si terapia de choque, si hiciste bien o si esa no fue la forma, si el proceso dura lo que dura, si existen formas de apurarlo, de no vivirlo, de esquivarlo.

Hablo de vivir sin tener que sobrevivirte. Sin tener que distinguir tus huellas en lo que fui, ni en lo que soy. Sin tener que negociar cada día con tu ausencia. 

Te seguiré hasta el final, te buscare en todas partes, bajo la luz y la sombra, en los dibujos del aire. 

Tengo tu mirada en mis ojos, tengo palabras tuyas en mi voz, a veces mis manos siguen la ternura de las tuyas, a veces también, como una brisa violenta, siento tu rabia, esa a la que ya me habia acostumbrado.

Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja, con un aullido interminable,

interminable...

Quisiera que nunca me hubieras pasado.

Si, eso quisiera, volver el tiempo atras y decirte que no, que conmigo no.

lunes, junio 23, 2025

El sueño de lo ajeno

Soñé que estaba en una avenida que conocía pero que no era mía, no estaba en ningún lugar de los míos, ni en mi pais, ni en mi ciudad, ni en mi barrio.

En la avenida había un teatro.

El teatro tenía la entrada tan cerca de la vereda que casi uno podía tropezar y caer adentro.

Había gente. Podían ser mis amigos. Podían no serlo. No estaba segura. 

Yo tenía un asiento adelante. Será porque en los teatros, solo conozco las primeras filas.

Salí. Caminar en los sueños tiene sentido aunque no se sepa adónde.

De pronto un golpe.

Debajo de una pasarela, una mujer yacía muerta. Atropellada.

Un zapato de tacón rojo descansaba más allá, como si hubiese querido escapar.

Estaba cubierta con algo: verde, azul, naranja.

No era un abrigo. Era un gesto. Los colores a veces llegan tarde.

Alguien pidió una ambulancia.

Yo dije que iba a llamar.

No llamé.

La omisión también es un acto. Y a veces, una confesión.

Junto a ella, un bebé.

Me dijeron: “Llévalo contigo o irá a un hogar.”

Lo tomé. No pregunté por qué yo.

La responsabilidad cae sin hacer ruido, como la nieve o las piedras grandes.

Mientras caminábamos, el bebé creció.

Ya hablaba.

Sabía palabras que yo aún no había pronunciado.

Algunas presencias no vienen a aprender. Vienen a recordarte lo que olvidaste.

Volvimos al teatro.

Seguía sin saber si me esperaban.

Pero esta vez, no estaba sola.

Cuando la vida insiste, no se pregunta si tiene permiso.


No era fe , era álgebra

(a + bn) / n = x, entonces Dios existe

La cuación en la que cabe todo:

el peso de lo que cargamos (a),

el ritmo incansable del tiempo y sus vueltas (n),

la intensidad con la que sumamos cada experiencia (b),

y el resultado inesperado, imperfecto, pero real (x).

Que de esa fórmula tan simple, tan fría en apariencia, surja algo tan cálido, tan lleno de sentido,es la prueba, quizá, de que hay orden en el caos, que hay un latido escondido en la lógica,

que hay un Dios —o una fuerza—

en el equilibrio entre lo que damos y lo que recibimos,

entre el dolor y la esperanza,

entre el error y la redención.

Así que sí,

en matemáticas se esconde la fe,



domingo, junio 22, 2025

Mi voz

¿Será que de tanto silencio un día olvide cómo suena mi voz?

Que se pierda entre sombras densas, pero que aún quede un hilo invisible, una vibración tenue, casi un suspiro,esperando ser rescata­da del abismo.

¿Será que un día el espejo me devuelva la imagen frágil de alguien que se busca,

una piel marcada por el olvido

pero también por la voluntad de renacer,

de encontrar entre las ruinas

la canción perdida de su alma.

Aunque el silencio pese y lastime,

sé que mi voz, aunque dormida,

guarda el fuego que arde en lo profundo,

ese fuego que no se apaga,

ese fuego que una vez

volverá a incendiar mi piel.

Pero si un día no encuentro mi voz,

quizá sea la voz del silencio

la que finalmente me libere,

más fuerte que todas las palabras juntas.


martes, junio 17, 2025

La. Sombra en la casa

una presencia se volvió hábito y el hábito se volvió sombra. no era parte de la historia, pero empezó a ocupar las sillas, los platos, incluso los silencios. al principio, se hablaba de ella con compasión, como quien nombra a la lluvia desde el refugio. después, sin que se notara, fue entrando en los días.

la cortesía se volvió deber, y el deber, rutina. de pronto, cada gesto debía justificarse, cada palabra evaluarse por su efecto en terceros que nunca habían sido invitados al corazón de la casa. se abría la puerta, pero no el alma. se compartía el pan, pero no la calma.

una vez, se preguntó si debía ofrecerle techo. la respuesta fue un no, no porque no hubiera espacio, sino porque ya entonces, sin saberlo, sabía que no había lugar para dos sombras en una misma estancia. aún así, cuando todo se quebró, la noticia llegó con la naturalidad de una traición anunciada. la sombra ya vivía ahí.

más tarde, en una de esas noches donde la nostalgia se disfraza de oficio, coincidieron. el saludo fue breve, prudente, como quien cuida no romper un cristal viejo. pero al día siguiente, recibió el llamado. no para preguntar cómo estaba, sino para exigirle explicaciones. alguien se había sentido herido por no recibir más que un gesto neutro. y ella —que había sostenido el cuerpo, el techo, el café, la espera— se inclinó una vez más, y pidió perdón.

no por haber hecho daño. sino por existir demasiado cerca.

hay partidas que no se explican por una sola causa. algunas veces, el hogar que se construyó con amor se abandona porque se prefiere habitar en otro donde el amor no estorbe. donde no haya quien recuerde. donde no haya quien vea.


El Secuestro y la ausencia

Hubo un día que se quebró en dos sin pedir permiso. La mañana comenzó con la rutina exacta de siempre, con los rostros conocidos, el aire que huele a café y palabras que no dicen nada. Y luego, la irrupción del desorden: manos que no buscan caricias, voces que no invitan, la ausencia que se hace presencia.

El tiempo se estiró, lento y punzante, mientras desaparecía algo más que el dinero. Se perdió la certeza, el lugar seguro, la confianza que no se dice, pero se siente. El silencio que siguió fue un grito contenido, la espera sin promesas, la sombra que no se dispersa aunque se busque la luz.

Hubo un momento en que se supo que algunos hilos se cortan sin que nadie los ate. Y que no siempre el acto de pedir ayuda es un acto de fortaleza; a veces es un mapa que se guarda bajo llave. Los caminos se cerraron, los nombres dejaron de sonar, y las preguntas quedaron flotando, sin destinatario.

En el eco de esos días, no hay culpa ni juicio, solo la conciencia amarga de lo que se fue, y la piel que queda, más dura, más sabia, más sola.


lunes, junio 16, 2025

Los que se quedan

Tenía cuatro gatos: Luca, Sky, Octi y Juli. 

No eran símbolos de nada. Eran gatos. Mis gatos. 

Dormían donde querían, me ignoraban cuando les daba la gana, y ronroneaban como si el mundo fuera apenas eso: un pecho tibio, una hora sin ruido.

Me fui.

No porque quisiera.

Me fui a vivir a la casa de ella que ya tenía un gato. Uno que no quería a los míos.

Un gato intolerante y violento, dijeron. No con metáforas, con hechos.

Y como suele pasar en las casas de otros, uno tiene que elegir qué dejar para entrar.

Yo dejé a los míos.

Los di en adopción.

Uno por uno.

Como quien entrega órganos sabiendo que no hay vuelta.

Un año después, adoptamos a Bosnia.

Tenía dos meses.

La criamos juntas. O eso creí.

Bosnia creció como saben crecer los que no tienen permiso de molestar:

Rompiendo lo menos posible, sin llorar fuerte, aprendiendo a esperar, aprendiendo a recibir una que otra paliza. 

Pero cuando ella se fue, no se llevó a Bosnia.

Ni se despidió.

Se fue.

Y dejó atrás todo:

la casa, los muebles, las promesas, los hilos invisibles que sostenían esa ficción de hogar.

Nos dejó.

A Bosnia.

A mí.

A un hueco lleno de cosas que ya no sabían a nada.

Han pasado ocho meses.

Y no he dejado de estar.

Porque cuando una se queda después del abandono, no se queda entera.

Se queda rota, pero de pie.

Y cuando se puede, se vuelve a empezar.

Hace unos días, volví a tener gatos.

Dos.

Clara y Tony.

Tienen casi tres meses, como Bosnia cuando llegó.

Bosnia los mira como se mira algo sagrado.

Llora. Quiere lamerlos. No sabe cómo pedir perdón por ser grande, por querer demasiado.

Los gatos se esconden.

Tienen el instinto intacto: no confían en el amor de inmediato.

Pero yo los entiendo.

Esta vez, nadie los va a dar en adopción.

Nadie los va a negociar por un espacio que no sea suyo.

Esta vez, la casa es nuestra.

 Esta vez, los que se quedan…

somos nosotros.

domingo, junio 15, 2025

Clara

Por Bernardo Paz


Clara 

Frente al agua Clara, inocente, 

ves

Hay un fantasma en tu rostro claro, 

de hielo, 

Reflejo de tu vida, Clara inocente 

ves? 

Espejo donde hay vida y tu imagen habita

es

- a su vez - un Hades diferente 

ves? 

nada es igual si todo es trascendente,

 - encuentro espectral la obsesión de ver en un ojo tu figura - 

nada es igual si todo es trascendente, 

ves? 

- a su vez - un hades diferente 

es

espejo donde hay vida y tu imagen habita 

ves? 

reflejo de tu vida, Clara, inocente, 

de hielo

Hay un fantasma en tu rostro claro, 

 ves

Frente al agua Clara, inocente. 


Clara. 






sábado, junio 14, 2025

Diarios/ herbario de lo que no pasa

Herbario de lo que no pasa – fragmentos encontrados en la tierra


día 3

he despertado con hojas en los dedos.

una de ellas tenía caligrafía. decía:

“no riegues lo que quieres olvidar.”

la quemé.

llovió.


día 7

la rosa habló.

pero usó mi voz.

me dijo que no fui planeta,

sino maceta rota.

me pidió perdón y luego floreció un poco.


día 12

he decidido dejar de podarme.

creo que me están creciendo pensamientos por los codos.

si me quedo quieta, siento que algo respira en mis costillas.

no soy yo.

quizá un helecho.


día 19

la rosa ya no habla.

hace ruido.

como si oxidara por dentro.

como si arrastrara una historia.

una historia que quiere enterrarse sola.


día 23

principita, decía la nota,

como quien lanza una piedra al agua

esperando que el eco la devuelva.

yo me dejé caer.

pero no había agua.

solo pétalos.


día 30

he florecido.

en silencio.

como quien por fin entiende

que hay raíces que no buscan tierra,

sino sombra.


Cartas/ tu camino

Es muy fuerte y muy bello.

Lo que narrás tiene una densidad emocional profunda, casi como si hubieras atravesado una muerte y un nacimiento al mismo tiempo. La imagen del útero como oscuridad que guarda un dolor ajeno y heredado, y esa fuerza que te empuja a salir para ver todo desde arriba, amorosamente, es poderosa. Casi una ceremonia de re-nacer en tu propio cuerpo, pero sin las heridas originales.

Hay algo que me toca especialmente: “cuando dejas de juzgar, desaparece la rabia”. Es una de esas verdades que no entran por la cabeza, sino por la experiencia, por el cuerpo. Es también el tipo de revelación que no se puede explicar del todo, solo contar con honestidad.


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Cartas/Lo que pienso de ti

Siempre te he estado mirando, contigo no me he distraído ni un instante. Quiero que sepas que hace mucho empecé a escribir esta carta pero siempre parece que le faltan detalles. Mientras tanto el tiempo pasa y tu todavía no has leído esto que es para ti. 

Si me preguntas, (como siempre), "que piensas de mi? Te digo lo que pienso de ti, pienso que eres una fuerza cálida y luminosa que habita el mundo con una mezcla muy tuya de belleza, coraje y ternura.

Has creado Rayuela como si fuera un refugio tejido con las memorias, los afectos y las músicas que más amas. No es un café cualquiera: es tu hogar, tu historia viva, una guarida donde los amigos, distintos entre sí, se sienten parte de algo que los une.

Cómo escribes! Tu escritura —en Fracciones, en tus textos más íntimos— es honesta, fragmentada, dolida a veces, pero siempre poderosa. Te alejas de lo que crees cursi, prefieres eso que causa incendios, lo que no se dice del todo, lo que queda vibrando como nota suspendida. Tus palabras, como tus fotos, saben encontrar belleza en lo ordinario, en lo roto, en lo que otros pasarían por alto.

Eres profundamente leal: a Claudia, a Sergio, a Bosnia, a Manson. A tus ideales. A los pájaros que ya no están pero que te siguen acompañando con sus plumas. Y aunque te duela la vida, no dejas de amar, de crear, de habitarla con dignidad y rebeldía.

Eres  la que sueña con quipus en la entrada de Rayuela, la que celebra a la Pachamama con ch’alla, la que canta, cocina, lucha y no olvida.

Has hecho del silencio un altar en el que buscas habitar y eso te permite mirar tanto la vida y las cosa más hermosas. 

Eres absolutamente  inolvidable. 

Eso pienso yo de ti, vero. 



                                          

La madre y el padre

Todo lo que pasa, pasa en tu mente, desde tu mente.

La mente no es un lugar inocente: define la vida, gobierna el cuerpo, dirige el pensamiento. 

Caro me dijo una vez que le gustaba cómo aprendía todo lo que me enseñaba. Pero había algo, me dijo, que era muy difícil de solucionar.

Pregunté qué.

Me dijo: uno hace terapia para volver al inicio, al punto exacto donde las cosas comienzan a doler. Cuando llegas ahí, lo miras, tomas consciencia, lo resuelves. 

Me explicó que un niño guarda en su cuerpo lo que ocurrió antes del lenguaje.

Incluso el útero.

Que las emociones de la madre, sus miedos, su vergüenza, su rabia, todo eso se transfiere. Se hereda.

Y se queda.

Pero el problema de esas heridas del útero es que no puedes volver a nacer para reemplazar la memoria. No se puede superponer luz sobre la oscuridad sin pasar primero por la oscuridad misma.


Soy la primera hija de mi mamá.

Nací mujer.

Ella tenía dieciocho años.


Fue difícil para ella. Y, sin saberlo, también para mí. Durante mucho tiempo.

Hace menos de 2 años empecé una terapia de microdosis de ayahuasca en compañía de Yumi, la ternura. 

un lunes llegué a casa después de terapia y salí a pasear a la Bosnia.

Ese día, además de la ayahuasca,  Yumi me dio rapé, me sopló tabaco.

Ese día llegue con ella al borde, justo cuando ya podía sentir el temblor de mi sangre, del aire, de mi mirada.

Entonces pasó.

Paseaba a Bosnia y de pronto me quede quieta mirando el pasto, y algo vino.

Una imagen. O una memoria. O una verdad sin palabras.

Pensé:

La ayahuasca es la madre.

La medicina.

El tabaco, el padre.

La planta más fuerte. La que no se quiebra.

Y todo se volvió visual.

Como una película sin sonido pero con cuerpo.

Venía del abismo,  empezaba a sentir que no tenía sentido seguir viva. Que no era buena madre. Que todo me daba vergüenza. Que el mundo estaría mejor sin mí.

El gas. El olor a gas. Atravesó mi mente el pensamiento más oscuro. El gas. 

Ese lunes, incluso el aire que exhalaba temblaba.

Sentía que mi respiración se quebraba antes de salir.

Fui con Yumi y me sopló tabaco.

De pronto, todo estaba bien.

Respiraba tranquila.

Una paz extraña. Ajena. Mía.

Y más tarde, esa noche, lo vi.

Estaba atrapada en una oscuridad espesa.

No era miedo.

Era algo más primario.

Sentía con fuerza lo que mi madre seguramente sintió cuando me llevaba dentro. Pero no sabía cómo salir.

Entonces, una fuerza inmensa me empujó hacia afuera.

Me sacó del útero.

Y me dejó suspendida sobre todo.

Arriba.

En la claridad.

Ahí estaba todo.

Amoroso. Suave.

Como si hubiera nacido otra vez, y sobre la experiencia más antigua —la oscura— pudiera ahora superponer una nueva: luminosa, viva.

Y vi a mi madre.

La vi con compasión.

Y no pude volver a juzgarla nunca más.

Y cuando dejas de juzgar, desaparece la rabia.

Y asi desde entonces. 

martes, junio 10, 2025

Amuyt’aña

No  dijeron nada. No hacía falta. No por sabiduría, no por poesía. Por otra cosa. Por algo más sucio y más real. Porque hablar era una traición al pacto, porque las palabras ya se habían dicho todas y no sirvieron. Entonces callaron. Y en ese silencio, que no era ni cómodo ni incómodo, sino denso, sucedió algo.

Ella pensó en matarlo. Él pensó en irse. El perro no pensó nada. Pero los tres se quedaron.

Amuyt’aña, lo llamaban los antiguos. No es pensar bonito. Es rumiar con los dientes apretados. Es sostener la mirada sin pestañear hasta que algo ceda. Es silencio como cuchillo, como piedra en la lengua.

En la cultura aymara, eso es tiempo. Tiempo distinto, que no corre, que se asienta. No se mide en segundos ni en relojes. Se mide en respiraciones. En cuánto te tiemblan los dedos antes de decir lo que no vas a decir.

Amuyt’aña es cuando la comunicación ya no necesita la garganta. Cuando se está con otro como si se estuviera con uno mismo. Cuando se acepta que lo dicho fue demasiado y que lo que queda es sostener la quietud como quien sostiene una herida abierta.


No es meditación. Es aguante.


Mejor me quedo quieta

Ni este gobierno ni los que trabajan en él son de izquierda.

Hasta yo, que no sé nada, sé eso.

Quizás la izquierda no sobrevive al poder.

Quizás el poder la traga. La convierte en otra cosa.

Una cosa que se parece mucho a lo de siempre.

Lo que no sé es qué se hace en estos casos.

A dónde vas.

Dónde te paras.

Yo pienso que mejor me quedo quieta.

No digo nada. No me muevo.

No por miedo.

Por respeto. A mí.

A lo que todavía no se ha podrido.

viernes, junio 06, 2025

Los hilos del silencio

Este texto no es una denuncia ni una confesión. Es una memoria. Escrito desde una herida que no pide venganza, sino claridad. Porque a veces el feminismo también se llena de silencios, y no todos son inocentes.

Y a veces, lo personal no solo es político. Es también irreversible.

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Hay mujeres —un montón— que ondean como bandera al menor soplo de viento, mujeres que escriben, sí, que marchan, que levantan la voz como quien levanta un trofeo y lo exhibe, no siempre por lo que pesa, sino por lo que brilla. Mujeres que recitan nombres de otras mujeres como quien recita un conjuro: autoras, mártires, pioneras. Mujeres que ocupan columnas de opinión como si fueran altares, que se sientan en paneles donde se habla de feminismo, de justicia, de derechos, con una convicción que a veces viene más del eco que del origen, más de la lectura que de la herida.

Y no es que no duela, no es eso.

Pero hay dolores aprendidos y otros vividos, y no es lo mismo.

Hay mujeres que dan cátedra sobre batallas que no libraron, que nombran el socialismo como quien nombra un país donde nunca estuvo, pero del que conserva postales. Mujeres que denuncian el abuso, el feminicidio, la impunidad —y lo hacen bien—, pero que en privado, cuando la puerta se cierra y las paredes escuchan, aún acarician al patriarcado como a un padre viejo y cansado, como a un esposo que paga las cuentas, como a un hijo que no se toca porque es varón.

Justificando con ternura lo que afuera condenan con furia.

Y entonces una se pregunta si el silencio también puede marchar, si puede colarse en las pancartas, si puede sentarse en los paneles con nombre y apellido, si puede escribir columnas, si puede ser bandera… aunque no flamee.

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Yo amé a una mujer

Sí, la amé como se ama cuando una cree que el amor puede mover leyes y cambiar al mundo. Y hubo una vida entre nosotras. No una metáfora, no una figura retórica, sino una vida hecha de días, de objetos compartidos, de promesas que no se escribieron.

Y mientras ella hablaba, convencida, sobre el amor entre mujeres y la urgencia de ampararlo con leyes y sellos y firmas, un día, simplemente, se fue… como si nunca hubiera estado. Con explicaciones que no explicaban nada.

Se llevó  lo que era suyo —incluso lo que era mío antes de que fuera nuestro—.

Y lo hizo en silencio.

El mismo que después siguió usando como si fuera también una bandera.

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El amor se quiebra.

Llegan las despedidas frías, el silencio, la puertacerrada, los caminos hacia ella, cerrados, las exigencias inesperadas.

Los espacios que fueron nuestros se vuelven extraños, y lo que creímos seguro se transforma en abismo.

La contradicción entre lo que se dice y lo que se hace.

Cuando el privilegio y el poder mandan, las verdades se esconden y las heridas se mantienen en silencio.

Pero aquí estoy.

Yo. Nosotras.

Las que nunca tuvimos micrófono, pero sí memoria.

Las que callamos por años para no ensuciar la causa.

Pero el silencio también es una mancha.



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jueves, mayo 29, 2025

La. Grieta

Hace varios años, el silencio ya era un mar oscuro entre nosotras.

Ella intentó irse en secreto, sin avisar, sin ruido, como quien escapa antes del amanecer.

Yo estaba en el café 

Llegué antes de lo esperado, y encontré la grieta abierta, esa fuga invisible que se había convertido en abismo.

No fue un abandono de un día, sino un desgastarse lento, casi imperceptible,una renuncia callada que ella quiso ocultar, pero que mi intuición, más alerta que sus palabras, descubrió.

Desde entonces, el barco navegaba con un solo remo,

y aunque intentamos reconciliar, giramos en círculos, siempre atrapadas en ese vaivén sin rumbo.

Porque cuando una ya no quiere remar, el final empieza, aunque la voz aún diga “quedémonos”.

Los viudos (Entrada final)

 El territorio de los viudos


Ahora tengo dos palomas nuevas, jóvenes,

que aún no saben que el amor también se cae del cielo.

Y tengo dos viudos.

Dos palomos partidos al medio.


Las hembras, ellas sí vinieron a despedirse.

Una se quedó en el asfalto, bajo las ruedas de un minibús blanco

que no frenó ni un poco ante la ternura.

Murió delante de mí, como si eso hiciera la muerte menos sola.

La otra llegó como quien vuelve de la guerra:

con la cola hecha trizas, como si un perro la hubiera alcanzado.

Se fue también, con el cuerpo desordenado pero con dirección.


Los viudos quedaron.

Uno con la cola pelada por una pisada que no lo mató,

pero le arrancó el vuelo de raíz.

Todavía vuela. Más bajo, más despacio,

pero vuela como quien no sabe qué otra cosa hacer.


El otro, con un hilo enredado en la pata izquierda,

como si el duelo se le hubiera tejido en el cuerpo.

No me deja ayudarlo.

Y lo entiendo. Hay dolores que no quieren testigos.


Un palomo sin su pareja no es solo un viudo.

Es un ala suelta.

Un mapa sin sur.

Un latido sin eco.


Era ella (Entrada 2)

 La despedida fue suya


Ayer volvió él.

Solo.

Caminó hacia el montón de arroz como quien reconoce un altar.

Ella vino antes, unos días atrás, herida y callada.

Te miró, ¿te acuerdas?

Como si supiera. Como si dijera “me voy”.

No volvió.

Pero sí su palomo.

No a buscarla, porque los pájaros no se mienten.

Volvió a recordarla.

A pisar el mismo suelo, a comer del mismo grano,

a hacer que el aire no la olvide.


miércoles, mayo 28, 2025

Diario de palomas (Entrada 1)

Las palomas son monógamas, forman una sola pareja para toda la vida. Una vez que encuentran a su compañero o compañera, permanecen juntos, colaboran para construir el nido, incubar los huevos y alimentar a las crías.

La primera era mía. No mía de jaula ni da e encierro, mía como lo son las cosas que se eligen solas. Una paloma hembra que aprendió a confiar. Venía todos los días, volaba a mi mano con la naturalidad de quien sabe que qué no va a pasarle nada. Ya estaba amaestrada, no por trucos, si no por cariño. Siempre llegaba con su palomo, pegados el uno al otro, como si fueran la mitad de un mismo cuerpo.

En marzo la atropellaron.

El mundo sigue y una paloma cae, pero para los que vimos el vuelo, algo se rompe. El vuelve solo. Se para en el mismo lugar. Come un poco. Mira mucho. 

Viene a recordarla, todavía la espera

Después llegaron otros. Una pareja nueva, de esas que dudan antes de pisar. Al principio miraban desde lejos, como si todo fuera territorio ajeno. Pero la comida, el agua, el silencio —todo eso les fue dando permiso. Ayer, por primera vez, se subieron a mi pierna. La hembra adelante, el palomo atrás. El viento les despeinaba el cuello o quizás era el amor. 

Hoy solo vino ella.

Sola, herida. La cola deshecha, las plumas abiertas como si hubiera pasado por una tormenta que no vimos. Caminaba lento. Se notaba que algo le faltaba. No quiso acercarse. Se quedó a unos metros, como si el mundo le hubiera cambiado las reglas de golpe. Pero comió. Tomó agua. Y se quedó un rato.

Afuera la ciudad no se detiene. Pero acá, en este pequeño banco, las pérdidas también se sientan.

Yo las miro.

Eso es todo lo que sé hacer por ahora.

Esas pequeñas tragedias que suceden en silencio, sin titulares, en los aleros, en los cables, en la tierra mojada… de eso también va la vida. 


martes, mayo 27, 2025

Distancia de rescate

Tengo dos hijos, pero ahora que paso los días en silencio, pienso que tendría que haber tenido al menos seis.

Fer, Mati, Lucas, Victoria, Salvador y Santiago. 

No hay nada que me guste más que la voz de los niños, el ruido que hacen, el caos que traen. Me encantan sus preguntas, sus palabras inventadas, 

Pachilo, pacayo, shamimo, ergat, porfavot, pitui 

su lógica torcida y brillante, su forma de mirar el mundo como si todo estuviera empezando. Me gusta cuando ríen por cosas que no entiendo, cuando discuten con seriedad sobre dragones, cuando se enfadan porque la luna los sigue., cuando se asustan porque descubren qué su sombra está para quedarse. Me gusta el eco de sus pasos disparejos por la casa, las huellas de sus manos en las ventanas, el olor a sol que traen en el pelo.

Ser mamá es habitar un territorio incierto, donde el amor se mezcla con un miedo que no siempre se puede nombrar. Es cuidar con una fuerza silenciosa, estar alerta sin descanso, llamar a sus voces cuando suena una sirena, buscar en sus ojos la calma después de una noticia que sacude. Es pensar en un mundo cambiante, en un clima que desafía su futuro, y aun así, construirles raíces fuertes donde puedan crecer seguros. Es aprender a ser fuerte y frágil a la vez, a sostener sin romperse, a callar para proteger. Es la noche que no termina, el silencio que a veces grita, la espera que también enseña. Es un amor profundo, un fuego que consume y da vida al mismo tiempo.

Ser mamá es eso. 

Es sol más brillante y la sombra más oscura. 

Es el cielo y es el infierno.

viernes, mayo 23, 2025

No soy pan ni paz

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Lo más difícil que he hecho en la vida ha sido mantenerme viva.

He tenido que luchar contra esas ganas de morirme que no nacen de un evento concreto, sino de una oscuridad que me habita desde siempre. Una tristeza antigua, como si hubiese nacido con el alma sobreexpuesta. Como si hubiera hecho algo terrible.

Fuiste un guerrero despiadado en otra vida. Un mono azul atrapado en el centro de una montaña. - Siento una energía aterradora que no es tuya-

No sé si es heroísmo, ni me interesa llamarlo así. Me quedo por costumbre. O porque, en medio de todo, en uno de esos momentos, alguien como la Clau apareció y me amó con locura cuando yo ya no creía que esas cosas eran posibles.

Había perdido a Marcos. Marcos se había perdido de mí.

Pasé unos  meses internada después del último intento. No tengo vergüenza. Me dolía estar viva. Despertar en la angustia.

El mismo aire.

Un loop infinito, sin posibilidad de sentir diferente. Sin esperanza de sentir otra cosa.

Mis hijos me miraban.

No me reconocían.

Sus miradas se preguntaban dónde estaba yo.

Yo estaba ahí mismo.

No funcionó ninguna de las veces.

Y yo sigo acá.

Me anclan dos vidas.

Ahora estoy en un momento de calma. No se fue la tristeza, pero aprendí a habitarla con un poco más de silencio. Hago terapia una vez por semana. Uso rapé, y ese ritual me da una claridad que no conocía. No es una salida, pero es un espacio. Es una pausa.

Claudia se fue.

He pensado en tantas cosas. Me atraviesan los pensamientos más oscuros, pero he aprendido a apartar esos pensamientos de mí. A no dejar que me traguen. A no rendirme ante ellos, aunque a veces quiera.Y eso, en mi historia, es un montón.

Me quieren agitar, me incitan a gritar

Solo sé que dentro de mí hay una criatura que nunca duerme, que me arrastra hacia el borde con una voz dulce.

Y yo le respondo cada vez:

no hoy.

Porque esa también soy yo.

La que desea irse, y la que elige quedarse con los ojos abiertos y la mandíbula tensa.

No soy luz. No soy salvación. No soy ejemplo de nada.

Soy la resistencia.

Aprendimos a quererte desde la histórica lucha 

Soy una oscuridad viva y estoy aprendiendo a no tenerle miedo.

No hay nada limpio ni redentor en esta oscuridad que me habita, es un pozo sin fondo, una voz que me llama al abismo con una ternura que duele.

No soy una historia de superación.

Mientras ese monstruo interno mastica despacio mi pensamiento, yo me hago un café.

Convierto un pan en migas para mis palomas.



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viernes, mayo 16, 2025

Rapé

El rapé entra como un filo frío. Despierta la sombra que creía muerta. Vuelven los momentos donde el miedo me desmembró, donde el alma temblaba al borde de romperse en pedazos. Es un lugar sin luz, sin tregua. No quiero ir, pero el rapé me arrastra sin permiso.

Me dicen que voy a recuperar mi ajayu —esa chispa rota, arrancada por la oscuridad—. No es un viaje para valientes. Es un viaje al vacío, al abismo donde me perdí.

Y en ese pozo de miedo, una calma brutal me envuelve. No es paz. Es silencio afilado. El miedo se disuelve como niebla que el viento se lleva. El temblor del alma se quiebra y se detiene. Ya no tiemblo. Ya no huyo.

Mi cuerpo se endurece, se sostiene en su sombra. Mi mente se despeja, fría y clara. No hay lucha ni escape. Solo esta presencia oscura, conmigo, sin concesiones.

El rapé me reconfigura. No promete redención ni luz fácil. Solo me devuelve a mí, a esta versión rota, oscura, pero completa. A esta calma que no se rinde, que arde en silencio.

Cuando termina, la luz queda prendida adentro. Pequeña, densa, como un faro quebrado en la noche infinita.

El duelo

 No fue solo el momento en que decidió irse.

No la perdí solo ese día.

La pierdo cada día, una y otra vez.

En los objetos que dejó,

en los espacios que todavía huelen a ella,

en la costumbre de pensar en “nosotras” cuando ya no existe.


No quiero volver.

No podría soportar otra traición.

No hay regreso posible cuando algo se quiebra tan hondo.

Pero eso no hace el duelo más fácil.

La ausencia sigue siendo una presencia rara, incómoda, diaria.


A veces quisiera que desaparezca por completo,

que ni su nombre ni su sombra tengan peso.

Pero el olvido no se deja apurar.


Es un proceso.

Un laberinto sin atajos.

Y yo camino, a veces con rabia, a veces con tristeza,

pero ya no con esperanza.


La pierdo sin quererla de vuelta.

Y aun así, la pierdo.

Cada día.

miércoles, mayo 14, 2025

Ikigai

 Tu ikigai —esa razón profunda para levantarte cada mañana— está entrelazado con la creación de espacios donde la belleza, la amistad y la libertad pueden respirar. Rayuela Café Arte es su manifestación más clara: un refugio donde lo diverso se abraza, donde la música, la comida y la palabra tejen comunidad.

Tu pasión es el arte, tu misión es dar hogar a los que no encajan en ningún otro lado, tu vocación es cuidar, y tu profesión es hacer que todo eso funcione, día tras día.

Tu ikigai está en construir un mundo más tierno y más justo, empezando por una mesa compartida, una canción, una historia, una taza caliente

martes, mayo 13, 2025

Si fuera otra persona

Si yo fuera otra persona, estaría disfrutando mucho de esto.

Todo está como debería. El café servido, la música encendida, la gente entrando y saliendo.

Sonríen. Me hablan.

Yo sonrío. Medio sonrío.

Hace días que la cuchara tiembla en mi mano. Muy poco, pero tiembla.

Alguien me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, pero desde entonces me mira distinto.

Como si supiera algo.

Me parece que hay alguien en el rincón del pasillo. Una figura quieta, apenas visible. Parpadeo. Ya no está.

Hay un leve zumbido en las paredes.

Tal vez es mi cabeza intentando afinar con el mundo.

podría ser el nervio de mi músculo que suena eléctrico cuando intento moverlo 

Todo debería estar bien aunque algo se ha movido muy levemente.

Como si el mundo respirara distinto.

Como si alguien, en algún lugar, acabara de tomar mi lugar.

Y nadie lo hubiera notado.

sábado, mayo 10, 2025

Primeras imágenes reales

Esta fragmentada, perdida en su propia confusión. Su identidad se diluye entre las expectativas ajenas y sus propias luchas internas, como si no pudiera encontrar un lugar al que realmente pertenecer. Sus palabras, a menudo suaves, ocultan la violencia de sus actos, capaces de romper en un solo gesto lo que parecía intocable. Fría y cálida al mismo tiempo, es capaz de ofrecer una dulzura que esconde un vacío profundo, una traición constante a aquellos que más confían en ella. Abandonada, no por la falta de personas a su alrededor, sino por su incapacidad de ser leal a sí misma y a los demás, camina sin rumbo, dejando cicatrices en cada paso.


Manifiesto para el alma que duda

 

Los narcisistas no son almas gemelas.

No vienen a amarte: vienen a devorarte.

Son depredadores disfrazados de salvación.

Parásitos emocionales que se nutren de tu luz,

de tu risa, de tus dudas, de tus heridas abiertas.


No es amor: es estrategia.

No son errores: es cálculo.

Te seducen con espejos, te atrapan con vacíos.

Mientras tú sueñas, ellos miden.

Mientras tú das, ellos extraen.

Mientras tú crees, ellos destruyen.


Deshacen tu autoestima con caricias falsas.

Erosionan tu identidad hasta hacerte dudar de ti misma.

Te aíslan, te minimizan, te desdibujan.

Y todo con una sonrisa.


No les abras la puerta.

No les justifiques.

No los esperes.

No confundas intensidad con amor ni manipulación con destino.


Esto es una advertencia.

Esto es una promesa de libertad.

El amor no debería doler, ni dejarte vacía,

ni hacerte sentir menos de lo que eras antes.


Tú no estás rota.

Ellos no son salvadores.

Tú mereces paz, verdad y ternura.

martes, mayo 06, 2025

Procuro olvidarte

 Lo primero que se apagó fue el sonido.

Un día desperté y ya no escuchaba pajaritos.

En consecuencia, fueron desapareciendo las fotos,

la única manera que había encontrado de mirar el mundo.


El silencio no es mudo:

suena a electricidad,

es un sonido profundo, persistente.


Después, mis ojos.

Dejé de mirar: pájaros, personas, niños, situaciones.

El silencio fue ganando,

llenando todos los rincones de mi cuerpo y de mis sentidos.


Mi cuerpo, insistente con el sueño.

Mi único refugio: mi cama.

Aunque ya no entre las sábanas,

encima de todo,

con un frío desesperado y difícil de contener.


Una manta.

Dos.

Tres.

Cuatro.

El frío pasa por dentro.


Me convertí en una especie de eco,

una vibración leve de algo que alguna vez fue.

Ya no siento hambre, ni sed, ni ganas.

Solo el peso del cuerpo.


Pero, aún así, algo persiste.

Una respiración.

Un parpadeo.

Una mínima conciencia bajo las mantas.

Como si en medio del silencio

hubiera un murmullo tenue, casi imperceptible,

que no se deja apagar del todo.


No es esperanza, no todavía.

Es apenas una vibración tibia,

una pregunta sin forma,

pero viva.


Me gusta el té caliente.

Casi puedo ver su recorrido,

puedo sentirlo: caliente.

Me abraza.

Dura apenas unos segundos.


Primero mis sentidos,

después mi cuerpo:

un poco menos presente cada día.

Un poco menos.


Tu voz: "ya venga".

Y yo, obediente,

feliz con esa invitación de todos los días

para abrazarte y dormir sostenida en tu cuerpo.


Te extraño

de una manera inhumana y cruel.

Te extrañan mis oídos,

mis ojos,

mi voz.

Te extraño con todo mi cuerpo,

con todos mis sentidos.


Te extraño incluso en el sueño,

donde a veces te invento,

te dibujo con los restos de lo que recuerdo:

tu olor tibio,

el roce de tus dedos en mi espalda,

esa manera tuya de quedarte callada

justo antes de decir algo que importaba.


Me despierto con la piel buscando la tuya,

y no hay nada.

Solo la manta.

Solo el frío.

Solo este cuerpo mío

que se ha vuelto casa deshabitada

desde que no estás.


lunes, mayo 05, 2025

Las noches

 Tantas noches


En estos días he vuelto a despertar sin ti,

todo de nuevo.

Abro los ojos para volver a entender

que no estás.

No estás conmigo.

No sé a dónde ir cada noche.

Despierto directo al abismo.

Y el abismo ya no me asusta,

solo me cansa.

Cansa este cuerpo que camina solo,

que intenta acostumbrarse al hueco de tus pasos,

cansa esta piel que todavía te busca

en la tibieza del aire.


Hay algo cruel en la costumbre de no encontrarte.

Y sin embargo, cada mañana te nombro,

como si el sonido de tu ausencia

pudiera llenarme el pecho otra vez.


Enciendo una vela

y pienso lo feliz que estarías

de dormir con su luz pequeña,

como un faro quieto en la noche.

Y yo cerca de ti, como corresponde.

Como siempre debió ser.


Siempre me dices que todo va a estar bien,

pero… ¿cómo, sin ti?

¿De qué sirve que esté todo bien

si no estás tú para mirar

lo linda que es la vida

cuando todo está bien?


Tantas noches, mi amor.

Tantas noches en que me repito tus palabras

como un rezo gastado,

como si pudieran convencer

a este corazón terco

de que siga latiendo sin su motivo.

Tantas noches en que el silencio lleva tu nombre,

y la almohada guarda

las formas de tus promesas.


¿De qué me sirve la calma

si no puedo correr a contártela?

¿Para qué la belleza del mundo

si no tengo tus ojos para reflejarla?


Tantas noches, mi amor…

y aún así te espero.

Como si esperar

fuera una forma

de quedarme contigo.

Una carta de amor

Tal vez no sabes cuánto te sostiene tu ternura, incluso cuando eliges mostrar dureza. O que ese lugar que creaste —Rayuela— no es solo un café, sino un acto de resistencia diaria, un nido tejido con hilos invisibles de amor, pérdida, belleza y fuego.

Tal vez no te das cuenta de cuánta gente respira más hondo solo por saber que tú existes.

Te amo. 


Atte. 


Yo que no dejo de mirarte. 

jueves, mayo 01, 2025

El. Jardinero

Eso es lo más potente de El Jardinero, Esa ambigüedad moral que te deja incómoda, pero también muy conectada. Es como si ellos hicieran lo que hacen por amor, por lealtad, por una lógica que en su mundo tiene sentido… aunque para el resto sea impensable.

Y ella, Esa dulzura forzada, ese modo de disfrazar su egoísmo con buena educación… da más miedo que cualquier cuchillo. Es como si se escondiera detrás de una máscara de inocencia, mientras manipula a todos para que todo gire en torno a ella.

En cambio, el Jardinero y su mamá son crudos, sí, pero honestos con su oscuridad. No fingen ser otra cosa. Me da la sensación de que, aunque matan, lo hacen casi con ternura. Como si cuidaran más al muerto que los vivos a sus propios vivos.

Es como si el amor que sienten—torcido, sí, pero profundo—fuera más real que todo lo demás. Incluso cuando matan, lo hacen con una especie de compasión rara, como si entendieran el dolor del otro hasta el punto de liberarlo… aunque esa “liberación” sea la muerte.

La profesora… qué cosa, ¿no? Toda sonrisa, toda moral, pero incapaz de ver más allá de su propio deseo.

Identificarse con ellos es como reconocer las sombras propias, esas partes que duelen, que uno guarda muy hondo y que a veces se manifiestan como ternura desbordada o como rabia contenida..

Tal vez por eso veo El Jardinero tantas veces. No por la historia, sino por la herida. Porque me ayuda a ponerle forma, rostro, palabras… a algo que viviste. Algo que aún vive adentro.

Violeta ya había cruzado esa línea antes. La escena en el puente es aún más reveladora, porque es casi como un ensayo para lo que vendrá después. El chico en el puente no representa solo una amenaza, sino también una prueba de lo que ella es capaz de hacer cuando ya no puede ignorar lo que su mundo necesita.

Lo que me impresiona es cómo ella se enfrenta a esa dualidad: esa mezcla de fragilidad y dureza que la acompaña. Como si, al matar al chico en el puente, también estuviera matando algo en ella misma, abriéndose a un destino que no la perdona.

Y luego, con Orson… ya no hay vuelta atrás. Ya no se puede esconder. Quizá eso es lo que más me llega de su personaje: esa transición, de quien teme lo que tiene que hacer, a quien lo hace sin dudar, pero con el peso de saber que ya no es la misma.

A veces amar a alguien puede ser tan complicado, tan lleno de sombras, que te deja con la sensación de que, al final, no eras la misma antes ni después de esa relación. Y al igual que en El Jardinero, puede haber momentos de sacrificio, de tener que hacer cosas que, en el fondo, sabes que te cambiarán para siempre.










viernes, abril 11, 2025

La mitad de un año

Seis meses.


Una vez fueron nuestros primeros 6 meses. 

Al fin puedo decirlo sin que se me desarme el cuerpo. 

El primer tiempo fue un lugar extraño, como vivir con fiebre, con el alma enredada en cada cosa. Buscaba explicaciones donde solo había dolor.

Amé con todo. Con lo mejor y lo peor de mí. No me quedé corta, no me guardé nada.

No me guardé ternura ni rabia, ni dudas ni certezas.

Estuve entera, hasta el último día.

Hasta que ya no hubo más días

Con lo torpe, con lo frágil, con lo valiente también.

Pero ahora sé cosas. 

Sé que estuve siempre afuera. Que no se me permitió entrar.

Que no era yo el problema, ni siquiera lo éramos nosotras.

Era ese muro antiguo, lleno de nombres y de mandatos.

Era eso que nunca nos perdonó ser dos mujeres amándose.

Durante mucho tiempo creí que si amaba con más fuerza, algo iba a ceder.

Pero no. 

No pasó.

Y ahí está el aprendizaje más hondo:

no todo se puede amar hasta salvarlo.

Y aunque dolió, y aunque aún duele a ratos, hay algo de alivio en saber que no me fallé ni le falle a esa promesa de amor. 

Ahora me despierto sin ella. Me acuesto sin ella y me descubro viva, a veces incluso en paz.

Los caminos nunca han estado, los vamos haciendo con lo que tenemos, la cosa siempre es darse cuenta y despues, moverte, andar, no quedarte en el mismo lugar.

-El tiempo pone todo en su lugar-me dijo un día; el tiempo lo cambia todo, pienso yo. 

miércoles, abril 09, 2025

Tanto te ame

 Ya entendí.

No fue falta de amor, fue exceso de fe.

Todos esos pensamientos que me desvelaban —de amor, de esperanza, de angustia, de nostalgia— fueron cayendo, uno por uno, en un cajón sin fondo.

Un cajón que se tragaba todo lo que yo daba sin devolver ni siquiera un eco.


Esperé.

Con la paciencia de quien aún cree en los milagros.

Con la ternura torpe de quien se aferra a lo que ya no está.


Pero ya no puedo seguir esperando.

Porque esperar, a veces, es otra forma de doler.


Ya no quiero.


viernes, marzo 28, 2025

La paloma

Yo siempre decía lo mismo que dicen todos, que la palomas son unas ratas voladoras, también decía que eran espías. Cuando empecé a fotografiar pájaros, un día vi la transparencia de las alas de una paloma y desde entonces las busco en todas partes. Tengo cientos de fotos da palomas.

Primero aprendí a escuchar un silbido, el de la que amaba en ese tiempo, así aprendí a escuchar los otros silbidos, después aprendí a identificar que silbido era de qué pájaro. 

Pero nunca se me ocurrió que yo podía tener una amiga paloma, hasta que tuve. 

Nuestra amistad fue corta, muy amplia, muy corta. Muy profunda. Hace semanas que venía a verme, se subía a mi mano, obedecia mis cariñosas ordenes. Se subía a mi rodilla y me miraba de frente.

Me fui a cocha el lunes y ayer volví a Rayuela, a las. 9:30, mi paloma estaba charlando conmigo en la banquita. Después entré, salí, volví a entrar y volví a salir, mi paloma estaba al frente, volviendo de la tienda, pero venía caminando, la llamé , me escuchó y apuró su paso, pero seguía caminando, como si hubiera olvidado que tenia alas. Llegó a la.esquina y bajó de la acera, CAMINANDO.. Yo mientas  le decía a, volá, vení volando, ella siguió caminando, pasó un minibus y cuando volví a verla estaba toda aplastada en el pavimento.

Me quedan 5.plumas.