jueves, julio 03, 2025

Se abren los puertos oscuros

No preguntó nada.

Ni cómo fue, ni si dolió, ni si yo estaba sola.

—¿Estás segura?

—Estoy segura.

Entonces dijo, con una voz que parecía no temerle a nada:

“Todo lo que pasa, pasa de la única forma posible.

En este plano, en esta vida.

No hay manera de cambiarlo.

Vas a estar bien, eventualmente.”

Yo pensaba que no.

Que era imposible atravesar eso sin romperse entera.

Suena el árbol que cae.

Porque mirar la muerte así, sin velos ni despedidas, es quedarse a solas con lo irreversible.

Sentir el último aliento de lo que se ama.

No en abstracto ni en sueños.

Sentirlo con el cuerpo.

La sangre en mis labios, en mis manos, en mi memoria.

Las manos quietas.

El cuerpo detenido, aún tibio, pero ya ajeno.

Incompatible con todo lo que sigue vivo.

Después el silencio.

El largo, el denso.

El olor de la muerte.

Las ventanas todavía cerradas, para que la muerte no entre.

La culpa.

El silencio que no consuela, pero al menos calla.

Ese silencio donde una se sienta, a solas, con todo lo que ya no está.

Como el cuento de la que amo.

Un disparo en el centro de todo.

la muerte entera segundo a segundo..

La pregunta:, Por qué así? 

Porque alguien, en algún lugar, dijo un nombre que no era su nombre.

Y el destello fue mío.

Fue para mí.

Porque nadie más estaba ahí, mirando cómo se va la vida.

La vida de un amor que imaginé largo y profundo.

No es que esté todo escrito.

Es que lo que pasa, pasa de la única manera posible

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