martes, febrero 06, 2018

Ya no.

Nunca me había enfrentado antes a su furia, que es como una riada, que no da tregua ni aliento. Nunca antes había juntado el valor para detenerla, para decirle que ahora no, que somos siete y que somos profundamente felices.

Le dije que no, que esta vez no le permito. Su grito fue inmenso, pero mi miedo fue más grande aún. Y le dije que no.

A ratos me espanta el recuerdo de su voz perdida en ese grito mudo. Espero olvidarlo cuando me toque llevarle flores a su cuerpo sin voz, sin vida, espero que nunca ese grito se transforme en  flores de culpa.

Ha llamado. Siempre es la primera llamada del día (de cada día). He puesto en su contacto una foto que me encanta, no de ella, pero de un momento de profundo miedo y aun así me encanta. Contesto, esta vez en paz.

- Dime mamá.
- Los chicos han ido al colegio?

Claro que han ido, es ahí a donde van los chicos cada día y eso no depende de su llamada. Han ido y el día pasa normal. Claro que han desayunado. Y no, claro que no he forrado ningun cuaderno.

Porque yo no soy tú, mamá.

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