martes, febrero 13, 2018

Kemalla

Me encantan los ríos de por aquí. Los árboles que los acompañan. Me gustan las casas, las ventanas y sus jardines en pleno altiplano verde.
Me enternecen sus hombres envueltos en serpentina y sus perros muertos.

Un viejo con un cigarro al borde de la carretera, adivino su cara debajo del sombrero. Busca fuego, yo sigo. Me voy alejando del valle, del entierro de mi amigo. Pensamos que siempre estaríamos en contacto. Ni una lágrima.

Cuatro muertos más, doce en total y cincuenta heridos, las miradas sin respuesta entre misturas y alcohol y el baile que no perdona.

Porque los muertos finalmente se entierran y los heridos sanan, pero de ninguna manera la challa.
Es como un sueño. Globos en todas las casas del camino.

El freno a tiempo. Un perro se salva.

Al final del día, un perro vivo,
es un perro muerto menos un martes trece de carnaval.

2 comentarios:

Zagal dijo...

Que infortunio. Más bien pudiste ir al funeral.

Vero Mendizabal dijo...

No he ido a ningún funeral.