Siempre creiste en mí, aunque no siempre supiste que yo era capaz.
No te culpo.
Me viste dar vueltas sin descanso alrededor de una cama.
Cuatro muros blancos.
Tres años.
Voces que nadie más escuchaba.
Pero pude.
Fui capaz de acompañarte.
De encargarme.
De preguntar.
De subir.
De bajar.
De buscar dónde estacionar.
Fui capaz de dejar de dar vueltas alrededor de las camas, aprendí a no hablar con quienes no habitan el mismo espacio que yo.
Se habitar el espacio común.
Sé cómo dejar de escuchar a los que no están.
Fui capaz del silencio.
Dejé de necesitar tu mano.
Te ofrecí la mía.
Ahora nos queda el mar.
Ese mismo que me hacía temblar.
La promesa de un canto mudo y profundo.
Yo contigo,
mirando de frente el mar.
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