viernes, noviembre 07, 2025

Me verás caer

Yo entiendo bien que todos tenemos formas diferentes hasta para respirar del mismísimo aire. Ese montoncito de aire que cabe en una casa, en un cuarto, en el auto.

Es más visible cuando se trata de cosas grandes: atravesar un duelo, una muerte, una separación rotunda.

Entiendo en teoría, pero las formas de romperlo todo y luego no decir nada me llevaron a la sorpresa más oscura.


El hueco más ruin.


Miro la ciudad desde la ventana del taxi que me lleva a terapia. La veo tan verde, tan linda, y aún no puedo evitar pensar en ti.

No por el verde.

Por lo linda.


Después, un muro de bugambilias al lado de un sauce y la sombra de ambos.

El hueco más ruin.


—Voy a sacarle una foto y voy a asegurarme de que sepas que es para ti—

Porque esa es la cosa: sigue siendo para ti.

Para que la mires.

Para que la cuelgues en la pared de tu casa nueva.


Me pierdo en la caída.


Ya no distingo si es frío o calor lo que siento en mi pecho, pero es la caída hasta el fondo de todos los abismos.


No es el fondo.

Es la caída que no tiene fin.


Yo les digo a todos que ya no te extraño. Que ni siquiera pienso en ti.

Pero un día quise contar las veces que te pienso

y me perdí.


De pronto el golpe: quieres borrarme de tu memoria.


Nunca más has vuelto a nombrarme.


No soy parte de tus relatos, ni de tus alegrías, ni de tus despedidas, ni de las palabras que te atreves a decir.


—Si lo nombras, existe—.


Cuántas veces habremos hablado de eso.

Cuántas veces lo entendimos juntas.

Quizás también funcione con los grandes amores.


—Si no los nombras, dejan de existir—


O quizás no,

y tu esfuerzo por no nombrarme termine conmigo tatuada para siempre en tu memoria,


en todos los pájaros que mires,

en todas las lunas,

en todas las flores,

en todos los atardeceres.

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