lunes, noviembre 27, 2017

Do not mess with me.

" A mi no me gusta la gente triste. Resolvé tus tristezas y me buscas después".

Recuerdo el vacío, recuerdo el miedo, mi única amiga en el mundo, cerraba de un portazo, toda mi esperanza.

La puerta era enorme, tan alta como el árbol más alto de la ciudad, la cerradura era exactamente eso, un cerradura que guardaba detrás un montón de vidas pausadas.
El silencio era todo.

Antes de la puerta, en un jardín hermoso y limpio, estaban los viejos, todos locos de tanto abandono, todos caminando raro por los pañales que no necesitaban. La flojera del abandono había ganado en el patio del frente.

Noventa días con la puerta cerrada por fuera, dos ventanas mínimas por donde el sol entraba como un rayo enceguecedor. Ningun espejo, ningún enchufe, ninguna visita, ninguna distracción. El tiempo era la única certeza que me quedaba. El tiempo futuro. Noventa días.

Leía, pero leía tan rápido que en los primeros diez días, ya no quedaba una sola letra no memorizada. Quedaban las sombras, dibujar las sombras en horas distintas, quedaba la luz y su sombra y las distintas horas, pero a los pocos días ya había dibujado todas las posibilidades y mi lápiz estaba casi desintegrado.

Entonces lo supe, no iba a salir nunca de ahí si no hacía justicia  y empezó el gran plan. Ella iba a escuchar exactamente las mismas palabras que iniciaron esta abismal caída. Ella iba a saber y yo iba a enseñarle.

...pero nada que esté bien hecho es inmediato. Pasaron meses y yo encontré el control. Fue un ajuste de cuentas, pero fue además el mayor acto de amor.

Le mostré que era posible, le di la posibilidad de sentir el amor en su más grande expresión, pero además le mostré que si el karma no existe, existo yo.

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