viernes, julio 24, 2009

Tal vez sí lo soñé

No sé cuánto de lo que he vivido, lo he vivido en realidad. Recuerdo sin embargo, con mucha claridad, las veces que hablamos el duende porteño y yo de este tema, le decía yo “Me asusta pensar en la posibilidad de despertar un día y que nadie más que yo recuerde estos lugares y estas largas conversaciones” y con un profundo desconcierto en su mirada me decía “esto es real, no sé cómo llegué aquí, pero no me voy a ir nunca”.
He vuelto a 2 lugares de los 17 lugares, a los dos primeros lugares donde llevé a mi duende, la ruta Cocha-La Paz fue la misma, la misma cantidad de kilómetros, la misma hora de partida, 3:00 p.m. exacta, pero esta vez sí alcancé el atardecer y lo alcancé en la cumbre…. Esa vez en Abril no pude y no valieron mis más grandes intentos, simplemente el atardecer llegó antes de que alcancemos un lugar donde sea visible.
Decidí volver al segundo de los dos lugares, al más impactante de todos, volví a buscar las nubes de Coroico, volví al mismo lugar… todo estaba ahí, no me lo imaginé… la hamaca, la cama elástica, las cabañas, el rio, el pueblo… el café cerrado… todo estaba ahí, el lugar no me lo imaginé y al duende tampoco…
Mi idea era volver a todos los lugares a los que fuimos, solo para asegurarme que todos esos lugares existen y que no los soñé… se que están las fotos, pero por alguna razón hoy a las fotos no les creo nada. De todas maneras he decidido no volver a esos lugares, ni ahora ni nunca, básicamente porque los lugares no son nada sin los protagonistas de los instantes, una casa de cristal sin un duende volando dentro de ella??? Mi oficina en Cusco a la espera de nadie? El mar de sal con saleros gigantes? Tilcara Orange? Salta y los tres cerritos? El café en Desaguadero? Chocolate caliente en la nieve del Chacaltaya? Creo que no, creo que no estoy interesada.
Y ahora menos que nunca…
Yo prefería pensar que mi duende se había ido porque ese es el destino de todos los duendes… llegan, te cambian la vida, les cambias la vida tu a ellos y luego se van cargados de afectos y de buenos recuerdos… pero no, hoy comprendí que no.
Hoy ya no sé si todos estos meses fue un duende con profundos ojos azules y con una valija a rashas el protagonista de tantas historias mías. No sé digo porque cuando uno se va no tiene más que salir y cerrar la puerta con cuidado… no creí necesario que antes de salir, este ser chiquito me apague la luz, rompa mi puerta por la fuerza del portazo, tire al piso el número y el nombre de mi calle para que nadie vuelva a llegar a mi guarida…. Y como si no fuera suficiente, se vaya furioso cargado de un orgullo tan grande y tan absurdo… ese orgullo que solo tienen los humanos… no los duendes.

3 comentarios:

Andrés dijo...

Simplemente Genial!

NoLifeStyle dijo...

me gusta tu blog un saludo !!

Vero Mendizabal dijo...

Gracias... hace mucho que no venía por acá, que grata sorpresa anyway
Saludos