miércoles, diciembre 03, 2025

El vacío es un lugar común

Esto es exactamente lo mejor que puedo hacer siendo yo quien resulte ser.

Todas las cosas que me pasan, 
pasan a través mi,
atraviesan mi piel,
pasan por mis músculos,
se mezclan con mi sangre, 
suben con furia a mi cabeza,
se desplazan por mis huesos. 

Cuando entran y cuando salen de mi,

No soy físicamente capaz de retenerlas.

Si me atreviesa un sentimiento, 
un instante, 
un recuerdo, 
necesito ponerle palabras, necesito que exista para poder deshacerme de el. 
Necesito que tenga una imágen
Necesito que exista, que se lea, que se mire, que se sienta.

Aún así, no puedo evitar que me atraviece, no puedo detener eso que pasa cuando pasa.

Como si en algún lugar del camino habría perdido la capacidad de cubrirme, 
de cubrir mi cuerpo.

Cuando las cosas están por suceder, suceden.
Se ponga quien se ponga.




No es a la costa, es al fondo.

Nunca —en mi memoria— he querido viajar sola.

No le encontraba ningún sentido.


Miras la maravilla, ¿y con quién la miras?
¿Acaso existe si la miras sola?


El llamado viene desde muy dentro.

El estruendo de las olas habita en mi memoria.

—La arena en mi nariz,

El agua salada en mi garganta—


Es inevitable.


El mar me llama.

Insiste en mis sueños.

En los instantes de miedo.


Me llama el sonido de las olas, una detrás de otra,

y después otra.

El sonido del viento.

Las gaviotas.


Voy a mirarlo de frente.


Voy a saber qué es lo que él quiere conmigo.

Qué es lo que quiere de mí.