martes, julio 11, 2017

La ducha.

Parecen horas, pero son apenas minutos,  los mismos  minutos que dura mi cigarro. Entre las líneas de agua encuentro las respuestas, "el agua que todo lo sabe" dice mi pa, el agua que todo lo limpia y aclara, pienso yo. Me muero de frío. Esa línea de agua helada no deja de meterse entre las gotas que hierven. Mejor lo bloqueo, da lo mismo si parece una cosa o su extremo opuesto, yo sé que asi es mejor. Debería explicarle que no es la licuadora, es que yo no quiero que lo engañen. No tendría que ser necesaria esta explicación, pero es, porque sin explicación entonces queda la idea mala de mi. Mejor no le cuento que yo sé. Mejor no le digo nada. Mejor espero a que le diga alguien. Mejor no opino nada. Que mi mamá no sea necesaria, que haga no más sus cosas. Ojala venga la señora, ojalá mejor no. Y si me he equivocado y la señora es mala? Ojalá no sea. Ojalá no tanto. Cae la gota que siempre termina con todo, la que apaga lo ultimito que queda de mi cigarro. Ahora el frío y yo en el mismo lugar que dejé antes de encender la ducha. La puerta y el miedo de la vida que me espera ahí afuera, el miedo y la vida cuando empiezan cada día.

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