
Hoy, un post acerca del miedo me puso a pensar en un miedo mió que me detenga, y terminé pensando en lo que un día me detuvo… entonces volvió a mi el tema de las miradas… o el de las no-miradas en realidad…
A mi me pasó, yo me sentí una vez totalmente anulada por la falta de una mirada, fue más que eso… no solo no me quería mirar, me miraba y me ignoraba, entonces llegó a mi por primera vez esto de sentir como mi vida se detenía en un mar de turbulencias ante el que mi cuerpo solo reaccionaba con una tremenda falta de aire, es real, en más de una ocasión sentí como de repente todo mi aire quedaba suspendido en algún lugar inalcanzable para mi y yo sentía que no iba a lograr más aire para el siguiente respiro… no fue fácil, es más, fue durísimo, pero pasó… y hoy recuerdo con mucha dificultad lo que sentí en esos instantes. Recuerdo sin embargo, que las personas que tenía cerca en esos días me repetían una y otra vez “todo va a estar bien” y yo no podía evitar sentir una especie de absurda indignación ante esas palabras, yo sabía que todo iba a pasar, sabía que todo iba a estar bien, esa era mi única certeza pero no era lo que yo quería escuchar, yo quería (egoístamente) que la gente que me escuchaba en esos días sienta lo que sentía yo, los quería sumergidos en mi depresión, los quería compañeros de mis lágrimas y de mi desesperación, no con la idea de compartir esa angustia, si no con la imperiosa necesidad de que sepan de que hablaban cuando decían “se lo que te pasa”
Hace no mucho una mariposa se acercó a mi a contarme de su dolor, de lo anulada que se sentía por que ese que ella quería no la quería mirar y yo caí en el mismo estúpido error, yo le dije “todo va a estar bien”, le dije “se lo que te pasa” y si bien se exactamente lo que le pasaba, entiendo que esas no eran las palabras que ella quería escuchar… entonces después de pensar mucho se me ocurrió decirle que mientras la tristeza dure yo estaría ahí, intentando alivianar la angustia de alguna manera… no se si eso sirvió más que lo que dije antes, pero por lo menos intenté cambiar eso que a todos nos molesta tanto cuando es nuestro el mundo el que ha colapsado.
En mi vida pasó así, pasaron los días y luego los meses… y como dice Javier “Gracias a Dios , la angustia se transformó en dolor y con mucho esfuerzo más logré que el dolor se convirtiera en tristeza y después de muchos meses pude despertarme un día sin sentir que me faltabas y estaba TODO BIEN”
Y esa es la única certeza… la ausencia de miradas nos quita el aire y hasta la razón para querer respirar, las turbulencias nos azotan contra la maldita realidad y no nos queda más que detenernos y rogar a Dios que nos de fuerzas para dar un paso más, solo uno más, y uno vive los días así, intentando dar pasos, uno a uno, hasta lograr ese paso que nos saque de ese hueco que aunque parece interminable siempre tiene un fin…