jueves, julio 31, 2025

Si lo nombras, existe

Ha cambiado algo en la estructura que sostiene mi vida.


En un solo golpe.


...un golpe mudo.


El silencio apareció como una opción.


Decir algo bueno.

Decir algo más o menos.

Decir algo malo.


No decir nada.


Siempre supe que el silencio era una opción.


En teoría.


No decir nada?


Algo en mí decidió mirar ese hueco sin palabras.


Todo lo que puedes evitar. 


Ahora el silencio existe, y es inevitable.


No decir nada 


No decir nada.





martes, julio 29, 2025

Hasta la uva pasa


La primera vez que escuche  “vas a ser abuela” sentí mucha emoción.

Conté los días, fui a ecografías, pensé en nombres, en regalos, en detalles, en un futuro que no era mío, pero era nuestro. Porque Milo era de Claudia, y por eso, también fue mío.


Lo sentí como si siempre hubiera sido mi nieto. Vi su primera piel, fui parte de la primera luz que entró en sus ojos, escuché su voz ronca de recién nacido, sus risas, sus llantos. Descubrí sus silencios, entendí sus diferencias, memoricé sus gestos. Me convertí en su abuela, en su Vero. En su cómplice de zapatos, de autitos, de todas las cosas lindas.


Ya no sé si será así para siempre.


Todo es diferente ahora.


---


La segunda vez, sentí miedo.


No emoción: miedo.


Miedo a que me aparten, a que me excluyan. Pensé que no iba a poder verlo en sus primeros minutos, que no iba a sacarle su primera foto, que no iba a llegar corriendo a su primer cumpleaños.


Claudia y yo recién habíamos terminado, y yo ya no estaba en el mapa de esa familia.


Pero ese bebé no fue. A la semana 20 terminó todo. Fui la primera en saberlo porque justo los chicos estaban conmigo. Una casualidad.


Tenían que sacar lo que quedaba de él. Cuando quise acompañarlos a la clínica, Ernesto me dijo: “No hay espacio.”

Aunque luego sí me llamó, para que los recoja y los lleve a Achocalla.

Porque el que ocupaba todo el espacio… ya no estaría ahí.


No fue mi nieto.


No me dejaron estar ahí cuando se iba.

Y si hubiera sido mi nieto, nada lo hubiera impedido.


---


Hoy lo leí, tal cual:


“Serás de nuevo abuelita.”

“Nace en enero.”


Sentí felicidad por ellos. Por Caro, por Ernesto. Sentí una felicidad gigante y profunda, aunque tengo que confesar que no he sentido nada.

Lo mismo que cuando llega un mensaje que dice: “¿Abres mañana en la mañana?”

Lo mismo, lo mismo.

Nada.

Ni miedo, ni emoción, ni tristeza.

Nada.

Por primera vez, todo me pareció ajeno.

Como el sonido de las campanas del gas cuando el camión pasa por otro barrio.


Ajeno. Borroso.

Lejos en el tiempo.

Lejos en el espacio.

Lejos de todas las posibilidades.


Si me voy lejos de aquí...


Porque hasta lo más nuestro puede volverse de otros.


domingo, julio 20, 2025

A qué hora abres mañana?

Por fuera, lo que hacemos no tiene sentido para nadie, ni siquiera para nosotros. Como un ritual extraño que se repite sin saber por qué, sin saber hasta cuándo. Pero en los restos de esa intimidad desaparecida, siempre te diré que sí.

No hay nada extraño en tu presencia en esa casa hermosa que hemos construido juntas, en esa mesita que te encanta.

La casa de Rayuela, de nuestra Rayuela, esa casa que un día elegimos al pasar, tu y yo.

Tomás tu café de siempre, solo que esta vez yo preparo tu desayuno y me sorprendo a mí misma cuidando cada detalle.

El tocino bien crocante, el huevo perfectamente cosido, blanco inmaculado

Pero tú ya no eres y yo ya no soy, tú y yo ya no somos,

Ya no quiero estar contigo, Vero

Como tu digas, Clau.

y sin embargo, la memoria del mundo no piensa igual.

Ese lugar nuestro ha quedado eternizado en un tiempo que no es el pasado ni es el presente.

No se ha ido, pero no está. Intocable, frágil, a punto de romperse, pero no se rompe. Lo cubre una luz tenue en la que nada podría romperse nunca. 

Apenas escucho tu voz. 

Es tu voz o es la voz de ese poeta con cara y con voz de niño?

Es tu voz. 




sábado, julio 19, 2025

Dos mujeres lejos de casa

Se encontraron en la rendija de un mundo que no las esperaba. No había hogar ni refugio, solo un espacio sin dueño, un territorio prestado donde estar era resistir.

La fotógrafa había ido solo a devolver el auto. No tenía planes de quedarse. Lo dijo al llegar, y lo volvió a decir en la puerta. Pero la escritora, que ya la esperaba con una frase en la boca —como siempre, sin pausa, sin mirar del todo—, le ofreció llevarla. Y la fotógrafa, que había aprendido a no rechazar lo que aún no dolía, aceptó sin asentir.

Subieron al auto, silenciosas como dos islas que ya se conocen los bordes.

Esperaron al hijo cerca de la plaza. Cuando apareció, caminando como siempre, sin prisa, se subió al asiento trasero. La escritora, que venía hablando, calló de golpe. Le bastó verlo para volver: volvió a ser la que era con él —atenta, dulce, desbordada.

En el camino, un mensaje: una voz ajena y sorpresiva ofreció una entrada extra:

—Vamos?

Un pacto en la oscuridad del teatro donde la música ocultaba los silencios.

—No sé, hace frío y no estoy abrigada.

—¡Vamos!

—No, la verdad es que no quiero ir.

—Yo te invito, vamos!

—Bueno, vamos.

Entonces la escritora y la fotógrafa, juntas, avanzaron hacia un concierto que no estaba hecho para ellas. La fotógrafa miraba a la escritora de reojo, como quien espía un recuerdo. Sabía lo que venía, aunque no podía saber el orden. Sabía que la escritora haría preguntas, que buscaría su risa, que cuidaría las palabras como si fueran migas para volver. Y también sabía que ella, la fotógrafa, respondería todo, sin huir del todo.

Llegaron al teatro. Estaban solas entre la multitud. El espacio entre ellas era, a la vez, un territorio dividido y compartido. Con otros alrededor, entendieron que solo cabían juntas en esos intersticios: lugares ajenos donde la historia se vive con cuidado, como un secreto urgente.

De pronto apareció la mujer que grita. La fotógrafa se interpuso delante de la escritora. No para pelear, sino para proteger. Alzó un muro invisible con su cuerpo. La fotógrafa habló con todo. La escritora calló con todo.

Ese silencio. El mismo silencio.

Más tarde, en un círculo de cuerpos sentados, la escritora estuvo de pie, buscando un refugio que no existía. La fotógrafa, a distancia, fuera del círculo, fumando. 

Las miradas que se cruzan sin cruzarse.

Dos figuras desplazadas en un espacio que nunca las reconoce.

No fue voluntad lo que las juntó, sino la lógica de quienes han perdido su lugar. No es costumbre ni refugio lo que las une, sino una necesidad muda, un impulso antiguo que no se nombra. Se buscan porque no hay otro sitio al que ir.

Las dos sabían que ese encuentro —hecho de cosas pequeñas, de no tocarse, de no decirse— era el más cercano que habían estado en mucho tiempo.

El mundo, vasto, no sabe qué hacer con ellas. Y ellas, lejos de casa, solo saben encontrarse.





miércoles, julio 16, 2025

El giro. Un segundo. Chaupi p’unchaipi tutayarka:

Una luz que parecía promesa.

Eran las 8 de la mañana.

Un destello.

Una esperanza que flotaba sin peso.

El cuarto estaba en calma.

La sombra de la mañana se estiraba sobre las paredes, lenta y tibia.

Ella salió sin prisa, sin miedo.

Clarita.

Sus pasos, apenas un murmullo.

La cocina la esperaba con ese brillo quieto del plato, reflejando una luz que no era suya.

Un cuerpo pequeño, liviano, casi sin sombra, como si aún no hubiera aprendido a sostenerse del todo.

Clarita.

El aire se movió, lento, como si la casa contuviera la respiración.


El otro cuerpo

giró —

lento,

rápido —

un roce,

un toque,

una marca.


La fuerza torpe, sin intención, sin aviso.

Bosnia, no!

Una torpeza que pesó más de lo que podía soportar ese instante.

El tiempo se dobló, se quebró.

Clarita, mi amor.

El silencio cayó, pesado, denso, húmedo, como un manto que se extiende y no deja pasar la luz.

La tomé.

Un calor efímero, escurridizo.

Un temblor leve.

Clarita, quedate por favor. 

Intenté darle aire, con todo lo que quedaba en mí,

un soplo,

un aliento que se escapó casi en mi boca,

un último suspiro que quería quedarse y ya no pudo.


Ella estaba, y ya no estaba.

Bosnia quieta.

Mas que el silencio.

Un minuto atrás por favor.

Un peso invisible, imposible de soltar.

Yo sola, con el eco de lo que pasó,

con la vibración que dejó el choque y el vacío,

con la memoria de un cuerpo que se fue antes de tiempo.

Un minutito.

La cocina siguió siendo la misma,

pero nada volvió a estar donde estaba.

El tiempo se hizo largo en su ausencia,

un espacio donde las palabras se pierden y solo queda el sonido sordo del corazón.

Clarita, tu eras algo así como la esperanza.

Eras mi esperanza 






Un domingo sin tristezas

 A veces pienso en Clarita y se me corta el aire, mis ojos se llenan inmediatamente de lágrimas. Siento por unos segundos una desesperación genuina, atroz, devastadora.

Un gato.
Una gata, más bien.
Mi gata.
Vuelvo a la imagen de su carita. El caos en mi cabeza, en mi pecho, mi sangre va más rápido, como ese río de furia.
Despierto temprano, llevo a Bosnia a su guardería snob, sólo porque le debo a Clarita mi máximo esfuerzo. Llego temprano, porque debo encontrar parqueo. Si no encuentro, tengo que acudir a mi vecina Mayte y no quiero, juro, no quiero.
Me quedo sentada un rato, pensando en que estoy harta. Que piense en mis hijos. Bueno, pienso, pero, lo siento, tampoco pienso tanto. Pienso en mi, en los años de terapia que he necesitado para poder permanecer viva. Para qué, por qué, yo ya he visto toda la maravilla, he dado vida, he cuidado, he amado con todo lo que he tenido. Y no quiero enfermarme y morirme sufriendo, no quiero. Quiero dormir y rogarle al universo que mientras me voy, este soñando bonito.

No entiendo cómo puede ser tan doloroso vivir.

Aunque  quiera vivir bonito, sentir bonito, aunque quiera lo mas bonito de la vida, aunque vaya por los caminos menos poblados, aunque camine bajo el sol, aunque sea lo más generosa posible, lo más amable posible.

Es tan difícil que pierde el sentido.



jueves, julio 10, 2025

Luto

La última vez que use ropa negra, así, como forma de vida, fue cuando murió Kurt Cobain, en 1994. 

Hoy, a 7 días del misterio más grande para mi, el negro me acerca más a ti, Clara mía. 

Uno podría pensar que es tristeza, pero es más que eso, son los colores que ahora se ven. Es tu nombre.

La experiencia más poderosa está en transformar la tristeza más profunda en las cosas más lindas.

domingo, julio 06, 2025

Olor a gas

Sé que para todos es una paloma, un pájaro, una rata, una presa, un instante, un instinto, un conejo, un gato, un perro, un segundo.


En la cocina hay olor a gas.


No sé decir por qué, no sé decir cómo he caído en este bache oscuro y húmedo, frío y silencioso.


Está todo apagado, hay luna en paz...


Me asfixia el peso de lo irreversible, las imágenes han tomado mi memoria, la pasada y la futura.


En la cocina había olor a gas.


Me paro encima del último lugar, miro abajo, adivino las líneas de tu cuerpo herido, el sonido de tu respiración se alarga en mis oídos, tu mirada no busca nada, mi mirada se clava en la tuya.


Ya no cuenta ovejas, hoy duerme en paz.


El mundo jamás lo entenderá, dirán que el tiempo irá borrando las imágenes, el dolor, lo que no pudo ser.


Sin sábanas, sin un colchón

Duerme tranquilo como un lirón


El mundo jamás entenderá lo insoportable que me resulta la vida.


Olor a gas


Cerré las ventanas para que la muerte no te ecuentre en el tercer piso sin red que te sostenga.


Olor a gas.


Nunca pude respirar con las ventanas cerradas, tuve que acostumbrarme al frío de las noches, a las ráfagas heladas de esas tardes de viento.


Seco el corazón.


No necesitaba esa experiencia para aprender nada, podía entenderlo todo sin vivir la muerte de esa manera tan brutal, tan cruel, tan profundamente dolorosa.

sábado, julio 05, 2025

Algunas cosas ciertas


el piso.

una hoja perfecta flotando en una taza azul.

los colores que mueven el foco de mi mirada.


y vos.


no quise preguntar si venías.

no sabes cómo te esperaba.

Llegaste, te vi y detuve el tiempo un instante, solo para contener el paso que quise dar. Me levanté a darte un beso, como no, amada mía.

nos sentamos.

no hablamos de lo que importa.

tampoco hacía falta.

te vi bailar.

te vi desaparecer en la pantalla.

me aparté

porque ahora sé que así estoy más cerca.

clarita sigue en el centro.

de todo.


hay baile.

Hay distancia.

hay frío.

hay testigos de lo que ya no se dice.

y, aun así, hay algunas cosas ciertas.

Respirar

La muerte de Clarita

la siento —

en mi cuerpo.


Siento su muerte

en mi cuerpo.


eso es todo.

no.

no es todo.


A veces lo olvido.

pero no, mi cuerpo no se olvida.

yo sí.

un rato.

un minuto.

¿fue un minuto?


Se atropellan.

los pensamientos.

las imágenes.

la última vez.

la primera.


La comida.

el maullido.

la sangre.


Y luego

,

nada.

nada.


Otra vez todo.

viernes, julio 04, 2025

Un minuto

Un minuto.

Un solo minuto.

( todo se apaga.)

La vida se va como si nunca hubiera estado.

Justo cuando ardía.

Justo cuando temblaba de viva.

Se corta.

Se rompe.

Se parte en mil.

(Como un vidrio en la cabeza.)


Repetición.

Imagen sobre imagen.

Otra. Y otra.

Segundos que se pisan.

Un ojo que no parpadea.

Una mente que no calla.

Un cuerpo que no cae.


Es el infierno.

peor.

Es la locura.

El eco.

El bucle.

El grito que grita el silencio más profundo. 

Es la vida 



Un colapso de la percepción

un minuto.

¿un minuto?

no sé.

algo se fue.

algo.

todo.


ardía.

era la vida.

después —

(después nada)


Una imagen 

Otra imagen

Otra 

Otra.

ojos abiertos

ojos cerrados

no importa

entra igual


Mi cabeza no está.

está lejos.

como un televisor sin señal.

lleno de voces.

lleno de gritos.

ninguno mío.


este es el infierno

creo.

es la locura.

no hay diferencia.

ya no.

Todo es lo mismo.

Es un instante que se dibuja inmediatamente para hacerse eterno.

Es para siempre,

Ese instante es para siempre. 

jueves, julio 03, 2025

Se abren los puertos oscuros

No preguntó nada.

Ni cómo fue, ni si dolió, ni si yo estaba sola.

—¿Estás segura?

—Estoy segura.

Entonces dijo, con una voz que no le tenía miedo a nada 

Todo lo que pasa, pasa de la única forma en la que puede pasar, para bien o para mal.

En este plano, en esta vida.

No hay manera de cambiarlo.

Vas a estar bien, eventualmente.

Yo pensaba que no.

Que era imposible atravesar eso sin romperse entera.

Suena el árbol que cae.

Porque mirar la muerte así, sin velos ni despedidas, es quedarse a solas con lo irreversible.

Sentir el último aliento de lo que se ama.

No en abstracto ni en sueños.

Sentirlo con el cuerpo.

La sangre en mis labios, en mis manos, en mi memoria.

Mis manos quietas.

Su cuerpo detenido, aún tibio, pero ya ajeno.

Incompatible con todo lo que sigue vivo.

Después el silencio.

El largo, el denso.

El olor de la muerte.

Las ventanas todavía cerradas, para que la muerte no entre.

La culpa.

El silencio que no es consuelo.

Ese silencio donde una se sienta, a solas, con todo lo que ya no está.

Como el cuento de la que amo.

Un disparo en el centro de todo.

la muerte entera segundo a segundo..

La pregunta:, Por qué así? 

Porque alguien, en algún lugar, dijo un nombre que no era su nombre.

Y el destello fue mío.

Fue para mí.

Porque nadie más estaba ahí, mirando cómo se va la vida.

La vida de un amor que imaginé largo y profundo.

No es que esté todo escrito.

Es que lo que pasa, pasa de la única manera posible

El tiempo

 La imagen se repite como una maldición.

Se cuela en los huecos del día,

en el borde de mis ojos,

en el ruido de las llaves al entrar.

Todo pasó en segundos.

Quiero un minuto.

Un minuto, por favor.

Para gritar.

Para correr.

Para cambiar el final.

No tardé.

Igual me culpo.

La mente es cruel.

Me hace pensar

que un segundo más veloz

hubiera bastado.

Quiero llegar a casa y no encontrar este silencio.

No ver la tristeza en los ojos de Bosnia.

No sentir este aire quieto

donde ya no hay nadie.

Quiero oír sus maullidos.

Esa forma de pedir como si el mundo entero le debiera algo.

Abro la puerta.

El mundo ya no suena

como cuando ella estaba.

Prefiero el misterio de la muerte

a estos días en los que empiezo a comprender que no vas a volver,

que la vida no me dará ese minuto,

que la imagen no dejará de atormentarme.

La luz que no se va

Le escribí.


Después del miedo,

después de Clarita,

después de no saber a quién más.


Y ella respondió.

Como si no hubiera pasado el tiempo.


Llegó la noche y el silencio en la casa que guardaba aún el olor de la muerte que acababa de golpearnos el alma.


Volví a escribirle.


Le conté que había elegido a Clarita porque ella era morena, como yo.

Se rió.

Recordó el momento.

Recordó mi cara.

Y después dijo:

“Vero…

Debo decirte algo.”

(Temblé un poco)

Y entonces:

“No sos morena.”


Nos reímos.


También nos reímos

porque durante años

pensé que ella era más alta,

solo porque ella lo dijo.


Como si nada.

Como si todo.


Nos mandamos besos.

Abrazos.

Palabras de fuerza, de consuelo.

Nos despedimos.

Y por un momento,

volvió a ser casa.

Ella habita la luz que no se apaga, mi amor eterno.

miércoles, julio 02, 2025

En esta inmensidad

Van a pasar las horas, que muy pronto serán días, y meses, y años.

No quedará rastro en esta tierra:

ni de la sangre,

ni de las caricias,

ni de las cosas con las que uno sueña.

No habrá lápida ni letras que el tiempo perdone.

Hasta que un día, será mi huella la que desaparezca.

---      

Van a sumarse los segundos hasta que llegue el último,

ese que se alarga y contiene todo, 

con todos los detalles.

Un segundo.

Un segundo en la oscuridad.

---

La muerte es una daga,

un cuchillo afilado.

Es la inmensidad en la que no existimos,

y al mismo tiempo,

el único lugar

donde habitamos

todos.

La luz oscura que me habita

No la he elegido yo.

Siempre le he tenido miedo.

Papá, la virgen que está en la pared me pega. Tengo miedo, me jala mi pelo.

Es casi eléctrica. Un fulgor que no pide permiso. Una energía con la que nací,

como nacen los relámpagos: quebrando el cielo.

Aprendí a hablar rápido para poder decirle a mi papá.

No me puedo deshacer de ella.

Me habita. Me arrastra. Me exhibe.

La gente cree que soy yo la que entra a los lugares,

pero no.

Es ella.

Yo vengo después, recogiendo los restos.

Me mira la gente como si supiera algo que yo ignoro.

Como si esperaran que arda.

Ojalá ardiera 

A veces quemo lo que amo sin querer.

No sé contener este resplandor oscuro que me desborda.

No es fuerza.

Es tormenta.

Late en mí como un tambor viejo, como un dios que exige sacrificios.

La he querido callar.

Me he llenado de silencios para sofocarla.

Pero vuelve. Siempre vuelve.

Respira en mi nuca. Me susurra cosas que no entiendo.

Yo quise ser como los demás, los que no brillan, los que tienen la cantidad justa de todo 

una que no tiemble,

una que no brille en la oscuridad,

Una que no llame a la muerte.

Ella duerme conmigo.

Me sueña.

Yo apenas resisto.

No quiero ser esa luz. No quiero brillar en ninguna oscuridad, quiero mimetizarme, ser parte del asfalto. Quiero ser yo esa sangre que corre y se lleva la vida. Quiero ser ese último respiro, ese que se va y nunca más vuelve 

No quiero ser yo.

No hay redención en este brillo.

La vida es un diseño terrible tras otro.