Seis meses.
Una vez fueron nuestros primeros 6 meses.
Al fin puedo decirlo sin que se me desarme el cuerpo.
El primer tiempo fue un lugar extraño, como vivir con fiebre, con el alma enredada en cada cosa. Buscaba explicaciones donde solo había dolor.
Amé con todo. Con lo mejor y lo peor de mí. No me quedé corta, no me guardé nada.
No me guardé ternura ni rabia, ni dudas ni certezas.
Estuve entera, hasta el último día.
Hasta que ya no hubo más días
Con lo torpe, con lo frágil, con lo valiente también.
Pero ahora sé cosas.
Sé que estuve siempre afuera. Que no se me permitió entrar.
Que no era yo el problema, ni siquiera lo éramos nosotras.
Era ese muro antiguo, lleno de nombres y de mandatos.
Era eso que nunca nos perdonó ser dos mujeres amándose.
Durante mucho tiempo creí que si amaba con más fuerza, algo iba a ceder.
Pero no.
No pasó.
Y ahí está el aprendizaje más hondo:
no todo se puede amar hasta salvarlo.
Y aunque dolió, y aunque aún duele a ratos, hay algo de alivio en saber que no me fallé ni le falle a esa promesa de amor.
Ahora me despierto sin ella. Me acuesto sin ella y me descubro viva, a veces incluso en paz.
Los caminos nunca han estado, los vamos haciendo con lo que tenemos, la cosa siempre es darse cuenta y despues, moverte, andar, no quedarte en el mismo lugar.
-El tiempo pone todo en su lugar-me dijo un día; el tiempo lo cambia todo, pienso yo.
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