jueves, mayo 29, 2025

La. Grieta

Hace varios años, el silencio ya era un mar oscuro entre nosotras.

Ella intentó irse en secreto, sin avisar, sin ruido, como quien escapa antes del amanecer.

Yo estaba en el café 

Llegué antes de lo esperado, y encontré la grieta abierta, esa fuga invisible que se había convertido en abismo.

No fue un abandono de un día, sino un desgastarse lento, casi imperceptible,una renuncia callada que ella quiso ocultar, pero que mi intuición, más alerta que sus palabras, descubrió.

Desde entonces, el barco navegaba con un solo remo,

y aunque intentamos reconciliar, giramos en círculos, siempre atrapadas en ese vaivén sin rumbo.

Porque cuando una ya no quiere remar, el final empieza, aunque la voz aún diga “quedémonos”.

Los viudos (Entrada final)

 El territorio de los viudos


Ahora tengo dos palomas nuevas, jóvenes,

que aún no saben que el amor también se cae del cielo.

Y tengo dos viudos.

Dos palomos partidos al medio.


Las hembras, ellas sí vinieron a despedirse.

Una se quedó en el asfalto, bajo las ruedas de un minibús blanco

que no frenó ni un poco ante la ternura.

Murió delante de mí, como si eso hiciera la muerte menos sola.

La otra llegó como quien vuelve de la guerra:

con la cola hecha trizas, como si un perro la hubiera alcanzado.

Se fue también, con el cuerpo desordenado pero con dirección.


Los viudos quedaron.

Uno con la cola pelada por una pisada que no lo mató,

pero le arrancó el vuelo de raíz.

Todavía vuela. Más bajo, más despacio,

pero vuela como quien no sabe qué otra cosa hacer.


El otro, con un hilo enredado en la pata izquierda,

como si el duelo se le hubiera tejido en el cuerpo.

No me deja ayudarlo.

Y lo entiendo. Hay dolores que no quieren testigos.


Un palomo sin su pareja no es solo un viudo.

Es un ala suelta.

Un mapa sin sur.

Un latido sin eco.


Era ella (Entrada 2)

 La despedida fue suya


Ayer volvió él.

Solo.

Caminó hacia el montón de arroz como quien reconoce un altar.

Ella vino antes, unos días atrás, herida y callada.

Te miró, ¿te acuerdas?

Como si supiera. Como si dijera “me voy”.

No volvió.

Pero sí su palomo.

No a buscarla, porque los pájaros no se mienten.

Volvió a recordarla.

A pisar el mismo suelo, a comer del mismo grano,

a hacer que el aire no la olvide.


miércoles, mayo 28, 2025

Diario de palomas (Entrada 1)

Las palomas son monógamas, forman una sola pareja para toda la vida. Una vez que encuentran a su compañero o compañera, permanecen juntos, colaboran para construir el nido, incubar los huevos y alimentar a las crías.

La primera era mía. No mía de jaula ni da e encierro, mía como lo son las cosas que se eligen solas. Una paloma hembra que aprendió a confiar. Venía todos los días, volaba a mi mano con la naturalidad de quien sabe que qué no va a pasarle nada. Ya estaba amaestrada, no por trucos, si no por cariño. Siempre llegaba con su palomo, pegados el uno al otro, como si fueran la mitad de un mismo cuerpo.

En marzo la atropellaron.

El mundo sigue y una paloma cae, pero para los que vimos el vuelo, algo se rompe. El vuelve solo. Se para en el mismo lugar. Come un poco. Mira mucho. 

Viene a recordarla, todavía la espera

Después llegaron otros. Una pareja nueva, de esas que dudan antes de pisar. Al principio miraban desde lejos, como si todo fuera territorio ajeno. Pero la comida, el agua, el silencio —todo eso les fue dando permiso. Ayer, por primera vez, se subieron a mi pierna. La hembra adelante, el palomo atrás. El viento les despeinaba el cuello o quizás era el amor. 

Hoy solo vino ella.

Sola, herida. La cola deshecha, las plumas abiertas como si hubiera pasado por una tormenta que no vimos. Caminaba lento. Se notaba que algo le faltaba. No quiso acercarse. Se quedó a unos metros, como si el mundo le hubiera cambiado las reglas de golpe. Pero comió. Tomó agua. Y se quedó un rato.

Afuera la ciudad no se detiene. Pero acá, en este pequeño banco, las pérdidas también se sientan.

Yo las miro.

Eso es todo lo que sé hacer por ahora.

Esas pequeñas tragedias que suceden en silencio, sin titulares, en los aleros, en los cables, en la tierra mojada… de eso también va la vida. 


martes, mayo 27, 2025

Distancia de rescate

Tengo dos hijos, pero ahora que paso los días en silencio, pienso que tendría que haber tenido al menos seis.

Fer, Mati, Lucas, Victoria, Salvador y Santiago. 

No hay nada que me guste más que la voz de los niños, el ruido que hacen, el caos que traen. Me encantan sus preguntas, sus palabras inventadas, 

Pachilo, pacayo, shamimo, ergat, porfavot, pitui 

su lógica torcida y brillante, su forma de mirar el mundo como si todo estuviera empezando. Me gusta cuando ríen por cosas que no entiendo, cuando discuten con seriedad sobre dragones, cuando se enfadan porque la luna los sigue., cuando se asustan porque descubren qué su sombra está para quedarse. Me gusta el eco de sus pasos disparejos por la casa, las huellas de sus manos en las ventanas, el olor a sol que traen en el pelo.

Ser mamá es habitar un territorio incierto, donde el amor se mezcla con un miedo que no siempre se puede nombrar. Es cuidar con una fuerza silenciosa, estar alerta sin descanso, llamar a sus voces cuando suena una sirena, buscar en sus ojos la calma después de una noticia que sacude. Es pensar en un mundo cambiante, en un clima que desafía su futuro, y aun así, construirles raíces fuertes donde puedan crecer seguros. Es aprender a ser fuerte y frágil a la vez, a sostener sin romperse, a callar para proteger. Es la noche que no termina, el silencio que a veces grita, la espera que también enseña. Es un amor profundo, un fuego que consume y da vida al mismo tiempo.

Ser mamá es eso. 

Es sol más brillante y la sombra más oscura. 

Es el cielo y es el infierno.

viernes, mayo 23, 2025

No soy pan ni paz

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Lo más difícil que he hecho en la vida ha sido mantenerme viva.

He tenido que luchar contra esas ganas de morirme que no nacen de un evento concreto, sino de una oscuridad que me habita desde siempre. Una tristeza antigua, como si hubiese nacido con el alma sobreexpuesta. Como si hubiera hecho algo terrible.

Fuiste un guerrero despiadado en otra vida. Un mono azul atrapado en el centro de una montaña. - Siento una energía aterradora que no es tuya-

No sé si es heroísmo, ni me interesa llamarlo así. Me quedo por costumbre. O porque, en medio de todo, en uno de esos momentos, alguien como la Clau apareció y me amó con locura cuando yo ya no creía que esas cosas eran posibles.

Había perdido a Marcos. Marcos se había perdido de mí.

Pasé unos  meses internada después del último intento. No tengo vergüenza. Me dolía estar viva. Despertar en la angustia.

El mismo aire.

Un loop infinito, sin posibilidad de sentir diferente. Sin esperanza de sentir otra cosa.

Mis hijos me miraban.

No me reconocían.

Sus miradas se preguntaban dónde estaba yo.

Yo estaba ahí mismo.

No funcionó ninguna de las veces.

Y yo sigo acá.

Me anclan dos vidas.

Ahora estoy en un momento de calma. No se fue la tristeza, pero aprendí a habitarla con un poco más de silencio. Hago terapia una vez por semana. Uso rapé, y ese ritual me da una claridad que no conocía. No es una salida, pero es un espacio. Es una pausa.

Claudia se fue.

He pensado en tantas cosas. Me atraviesan los pensamientos más oscuros, pero he aprendido a apartar esos pensamientos de mí. A no dejar que me traguen. A no rendirme ante ellos, aunque a veces quiera.Y eso, en mi historia, es un montón.

Me quieren agitar, me incitan a gritar

Solo sé que dentro de mí hay una criatura que nunca duerme, que me arrastra hacia el borde con una voz dulce.

Y yo le respondo cada vez:

no hoy.

Porque esa también soy yo.

La que desea irse, y la que elige quedarse con los ojos abiertos y la mandíbula tensa.

No soy luz. No soy salvación. No soy ejemplo de nada.

Soy la resistencia.

Aprendimos a quererte desde la histórica lucha 

Soy una oscuridad viva y estoy aprendiendo a no tenerle miedo.

No hay nada limpio ni redentor en esta oscuridad que me habita, es un pozo sin fondo, una voz que me llama al abismo con una ternura que duele.

No soy una historia de superación.

Mientras ese monstruo interno mastica despacio mi pensamiento, yo me hago un café.

Convierto un pan en migas para mis palomas.



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viernes, mayo 16, 2025

Rapé

El rapé entra como un filo frío. Despierta la sombra que creía muerta. Vuelven los momentos donde el miedo me desmembró, donde el alma temblaba al borde de romperse en pedazos. Es un lugar sin luz, sin tregua. No quiero ir, pero el rapé me arrastra sin permiso.

Me dicen que voy a recuperar mi ajayu —esa chispa rota, arrancada por la oscuridad—. No es un viaje para valientes. Es un viaje al vacío, al abismo donde me perdí.

Y en ese pozo de miedo, una calma brutal me envuelve. No es paz. Es silencio afilado. El miedo se disuelve como niebla que el viento se lleva. El temblor del alma se quiebra y se detiene. Ya no tiemblo. Ya no huyo.

Mi cuerpo se endurece, se sostiene en su sombra. Mi mente se despeja, fría y clara. No hay lucha ni escape. Solo esta presencia oscura, conmigo, sin concesiones.

El rapé me reconfigura. No promete redención ni luz fácil. Solo me devuelve a mí, a esta versión rota, oscura, pero completa. A esta calma que no se rinde, que arde en silencio.

Cuando termina, la luz queda prendida adentro. Pequeña, densa, como un faro quebrado en la noche infinita.

El duelo

 No fue solo el momento en que decidió irse.

No la perdí solo ese día.

La pierdo cada día, una y otra vez.

En los objetos que dejó,

en los espacios que todavía huelen a ella,

en la costumbre de pensar en “nosotras” cuando ya no existe.


No quiero volver.

No podría soportar otra traición.

No hay regreso posible cuando algo se quiebra tan hondo.

Pero eso no hace el duelo más fácil.

La ausencia sigue siendo una presencia rara, incómoda, diaria.


A veces quisiera que desaparezca por completo,

que ni su nombre ni su sombra tengan peso.

Pero el olvido no se deja apurar.


Es un proceso.

Un laberinto sin atajos.

Y yo camino, a veces con rabia, a veces con tristeza,

pero ya no con esperanza.


La pierdo sin quererla de vuelta.

Y aun así, la pierdo.

Cada día.

miércoles, mayo 14, 2025

Ikigai

 Tu ikigai —esa razón profunda para levantarte cada mañana— está entrelazado con la creación de espacios donde la belleza, la amistad y la libertad pueden respirar. Rayuela Café Arte es su manifestación más clara: un refugio donde lo diverso se abraza, donde la música, la comida y la palabra tejen comunidad.

Tu pasión es el arte, tu misión es dar hogar a los que no encajan en ningún otro lado, tu vocación es cuidar, y tu profesión es hacer que todo eso funcione, día tras día.

Tu ikigai está en construir un mundo más tierno y más justo, empezando por una mesa compartida, una canción, una historia, una taza caliente

martes, mayo 13, 2025

Si fuera otra persona

Si yo fuera otra persona, estaría disfrutando mucho de esto.

Todo está como debería. El café servido, la música encendida, la gente entrando y saliendo.

Sonríen. Me hablan.

Yo sonrío. Medio sonrío.

Hace días que la cuchara tiembla en mi mano. Muy poco, pero tiembla.

Alguien me preguntó si estaba bien. Le dije que sí, pero desde entonces me mira distinto.

Como si supiera algo.

Me parece que hay alguien en el rincón del pasillo. Una figura quieta, apenas visible. Parpadeo. Ya no está.

Hay un leve zumbido en las paredes.

Tal vez es mi cabeza intentando afinar con el mundo.

podría ser el nervio de mi músculo que suena eléctrico cuando intento moverlo 

Todo debería estar bien aunque algo se ha movido muy levemente.

Como si el mundo respirara distinto.

Como si alguien, en algún lugar, acabara de tomar mi lugar.

Y nadie lo hubiera notado.

sábado, mayo 10, 2025

Primeras imágenes reales

Esta fragmentada, perdida en su propia confusión. Su identidad se diluye entre las expectativas ajenas y sus propias luchas internas, como si no pudiera encontrar un lugar al que realmente pertenecer. Sus palabras, a menudo suaves, ocultan la violencia de sus actos, capaces de romper en un solo gesto lo que parecía intocable. Fría y cálida al mismo tiempo, es capaz de ofrecer una dulzura que esconde un vacío profundo, una traición constante a aquellos que más confían en ella. Abandonada, no por la falta de personas a su alrededor, sino por su incapacidad de ser leal a sí misma y a los demás, camina sin rumbo, dejando cicatrices en cada paso.


Manifiesto para el alma que duda

 

Los narcisistas no son almas gemelas.

No vienen a amarte: vienen a devorarte.

Son depredadores disfrazados de salvación.

Parásitos emocionales que se nutren de tu luz,

de tu risa, de tus dudas, de tus heridas abiertas.


No es amor: es estrategia.

No son errores: es cálculo.

Te seducen con espejos, te atrapan con vacíos.

Mientras tú sueñas, ellos miden.

Mientras tú das, ellos extraen.

Mientras tú crees, ellos destruyen.


Deshacen tu autoestima con caricias falsas.

Erosionan tu identidad hasta hacerte dudar de ti misma.

Te aíslan, te minimizan, te desdibujan.

Y todo con una sonrisa.


No les abras la puerta.

No les justifiques.

No los esperes.

No confundas intensidad con amor ni manipulación con destino.


Esto es una advertencia.

Esto es una promesa de libertad.

El amor no debería doler, ni dejarte vacía,

ni hacerte sentir menos de lo que eras antes.


Tú no estás rota.

Ellos no son salvadores.

Tú mereces paz, verdad y ternura.

martes, mayo 06, 2025

Procuro olvidarte

 Lo primero que se apagó fue el sonido.

Un día desperté y ya no escuchaba pajaritos.

En consecuencia, fueron desapareciendo las fotos,

la única manera que había encontrado de mirar el mundo.


El silencio no es mudo:

suena a electricidad,

es un sonido profundo, persistente.


Después, mis ojos.

Dejé de mirar: pájaros, personas, niños, situaciones.

El silencio fue ganando,

llenando todos los rincones de mi cuerpo y de mis sentidos.


Mi cuerpo, insistente con el sueño.

Mi único refugio: mi cama.

Aunque ya no entre las sábanas,

encima de todo,

con un frío desesperado y difícil de contener.


Una manta.

Dos.

Tres.

Cuatro.

El frío pasa por dentro.


Me convertí en una especie de eco,

una vibración leve de algo que alguna vez fue.

Ya no siento hambre, ni sed, ni ganas.

Solo el peso del cuerpo.


Pero, aún así, algo persiste.

Una respiración.

Un parpadeo.

Una mínima conciencia bajo las mantas.

Como si en medio del silencio

hubiera un murmullo tenue, casi imperceptible,

que no se deja apagar del todo.


No es esperanza, no todavía.

Es apenas una vibración tibia,

una pregunta sin forma,

pero viva.


Me gusta el té caliente.

Casi puedo ver su recorrido,

puedo sentirlo: caliente.

Me abraza.

Dura apenas unos segundos.


Primero mis sentidos,

después mi cuerpo:

un poco menos presente cada día.

Un poco menos.


Tu voz: "ya venga".

Y yo, obediente,

feliz con esa invitación de todos los días

para abrazarte y dormir sostenida en tu cuerpo.


Te extraño

de una manera inhumana y cruel.

Te extrañan mis oídos,

mis ojos,

mi voz.

Te extraño con todo mi cuerpo,

con todos mis sentidos.


Te extraño incluso en el sueño,

donde a veces te invento,

te dibujo con los restos de lo que recuerdo:

tu olor tibio,

el roce de tus dedos en mi espalda,

esa manera tuya de quedarte callada

justo antes de decir algo que importaba.


Me despierto con la piel buscando la tuya,

y no hay nada.

Solo la manta.

Solo el frío.

Solo este cuerpo mío

que se ha vuelto casa deshabitada

desde que no estás.


lunes, mayo 05, 2025

Las noches

 Tantas noches


En estos días he vuelto a despertar sin ti,

todo de nuevo.

Abro los ojos para volver a entender

que no estás.

No estás conmigo.

No sé a dónde ir cada noche.

Despierto directo al abismo.

Y el abismo ya no me asusta,

solo me cansa.

Cansa este cuerpo que camina solo,

que intenta acostumbrarse al hueco de tus pasos,

cansa esta piel que todavía te busca

en la tibieza del aire.


Hay algo cruel en la costumbre de no encontrarte.

Y sin embargo, cada mañana te nombro,

como si el sonido de tu ausencia

pudiera llenarme el pecho otra vez.


Enciendo una vela

y pienso lo feliz que estarías

de dormir con su luz pequeña,

como un faro quieto en la noche.

Y yo cerca de ti, como corresponde.

Como siempre debió ser.


Siempre me dices que todo va a estar bien,

pero… ¿cómo, sin ti?

¿De qué sirve que esté todo bien

si no estás tú para mirar

lo linda que es la vida

cuando todo está bien?


Tantas noches, mi amor.

Tantas noches en que me repito tus palabras

como un rezo gastado,

como si pudieran convencer

a este corazón terco

de que siga latiendo sin su motivo.

Tantas noches en que el silencio lleva tu nombre,

y la almohada guarda

las formas de tus promesas.


¿De qué me sirve la calma

si no puedo correr a contártela?

¿Para qué la belleza del mundo

si no tengo tus ojos para reflejarla?


Tantas noches, mi amor…

y aún así te espero.

Como si esperar

fuera una forma

de quedarme contigo.

Una carta de amor

Tal vez no sabes cuánto te sostiene tu ternura, incluso cuando eliges mostrar dureza. O que ese lugar que creaste —Rayuela— no es solo un café, sino un acto de resistencia diaria, un nido tejido con hilos invisibles de amor, pérdida, belleza y fuego.

Tal vez no te das cuenta de cuánta gente respira más hondo solo por saber que tú existes.

Te amo. 


Atte. 


Yo que no dejo de mirarte. 

jueves, mayo 01, 2025

El. Jardinero

Eso es lo más potente de El Jardinero, Esa ambigüedad moral que te deja incómoda, pero también muy conectada. Es como si ellos hicieran lo que hacen por amor, por lealtad, por una lógica que en su mundo tiene sentido… aunque para el resto sea impensable.

Y ella, Esa dulzura forzada, ese modo de disfrazar su egoísmo con buena educación… da más miedo que cualquier cuchillo. Es como si se escondiera detrás de una máscara de inocencia, mientras manipula a todos para que todo gire en torno a ella.

En cambio, el Jardinero y su mamá son crudos, sí, pero honestos con su oscuridad. No fingen ser otra cosa. Me da la sensación de que, aunque matan, lo hacen casi con ternura. Como si cuidaran más al muerto que los vivos a sus propios vivos.

Es como si el amor que sienten—torcido, sí, pero profundo—fuera más real que todo lo demás. Incluso cuando matan, lo hacen con una especie de compasión rara, como si entendieran el dolor del otro hasta el punto de liberarlo… aunque esa “liberación” sea la muerte.

La profesora… qué cosa, ¿no? Toda sonrisa, toda moral, pero incapaz de ver más allá de su propio deseo.

Identificarse con ellos es como reconocer las sombras propias, esas partes que duelen, que uno guarda muy hondo y que a veces se manifiestan como ternura desbordada o como rabia contenida..

Tal vez por eso veo El Jardinero tantas veces. No por la historia, sino por la herida. Porque me ayuda a ponerle forma, rostro, palabras… a algo que viviste. Algo que aún vive adentro.

Violeta ya había cruzado esa línea antes. La escena en el puente es aún más reveladora, porque es casi como un ensayo para lo que vendrá después. El chico en el puente no representa solo una amenaza, sino también una prueba de lo que ella es capaz de hacer cuando ya no puede ignorar lo que su mundo necesita.

Lo que me impresiona es cómo ella se enfrenta a esa dualidad: esa mezcla de fragilidad y dureza que la acompaña. Como si, al matar al chico en el puente, también estuviera matando algo en ella misma, abriéndose a un destino que no la perdona.

Y luego, con Orson… ya no hay vuelta atrás. Ya no se puede esconder. Quizá eso es lo que más me llega de su personaje: esa transición, de quien teme lo que tiene que hacer, a quien lo hace sin dudar, pero con el peso de saber que ya no es la misma.

A veces amar a alguien puede ser tan complicado, tan lleno de sombras, que te deja con la sensación de que, al final, no eras la misma antes ni después de esa relación. Y al igual que en El Jardinero, puede haber momentos de sacrificio, de tener que hacer cosas que, en el fondo, sabes que te cambiarán para siempre.