Vero, soy Camilo, yo sé hacer pan y me gusta el café, puedo trabajar contigo?
Vero, quiero sentarme aquí contigo, fumemos cigarritos, tomemos cafecitos, me cuesta mucho la vida, es muy dificil, vero, no entiendo nada. No me dejes solo, vero, dejame sentarme aquí contigo, quieres leer mis poemas? Quieres acompañarme a la U?
Así conocí al Camilo, un hombre hermoso con cara de niño, un poco calvo a sus veintitantos años, con sus zapatos y su morral de cuero, tan bonito todo en el, impecable siempre, con su jean tan lindo, tan limpiecito, su camisa a cuadros, tan elegante y su cara hermosa de niño triste.
Las huellas de sus lágrimas, las podía ver sin esforzarme, sólo yo veía esas huellas, decía el Cami, sólo yo sabía exactamente eso que el sentía. El sabia que yo sabía. El quería quedarse cerca de mi, así estaba seguro, protegido, defendido.
A él no le ponía ninguna cara cuando el quería contarme, a él si me gustaba escucharlo, el buscaba, a su edad, eso que yo ya había descifrado -somos personas tristes, Cami, no vamos a poder vivir sin esta tristeza que nos hace, finalmente, quienes somos. Así no más es Cami, pintamos la tristeza, escribimos la tristeza, hablamos tristeza, bebemos tristeza y vomitamos sangre Cami, porque la tristeza es así, es un fuego que nos quema por dentro Cami, no es una enfermedad, no existe un tratamiento, la tristeza nos rompe por dentro y por eso Cami, por eso es difícil, porque la sangre es dolorosa, y ni tu ni yo, podemos nombrar el dolor.
(El cami no resistió a la vida y se fue de este mundo un domingo en la madrugada, el domingo 15 de marzo del 2020, en la madrugada)
Yo bajaba de la feria de El Alto, habíamos ido a comprar unas banquitas para pintarlas y venderlas, por si la pandemia no nos dejaba más formas de sobrevivir. Me crucé con el Adrián, amigo del Cami, en el mismo lugar donde vi al Cami por última vez, vi que el Adriáncito tenía los ojos rojos y pensé "qué lindo domingo va a tener este chico", pero despues, en mi casa, vi la foto del Cami en fb, una foto sin colores, una foto donde la cara del Cami salia desenfocada y se veían, delante de él, unas ramitas nítidas, una foto hermosa, ese domingo, el domingo más triste, vi la foto que decía que el Cami se había muerto, el mundo entero se detuvo, pero no el ruido, nada se movía, ni las hojas de los árboles, pero si podía escuchar cómo el viento arremetia contra todas las hojas de todos los árboles del mundo. Después todo volvió a moverse, lento, de a poco, pero no era el mismo mundo, no era ese lugar en el que yo estaba cuando vi la foto, este era diferente, era más triste, más desesperado, era un mundo donde solo podía sentir lo irreversible de las cosas, un lugar del que nunca más pude salir.
Pensé en su morral de cuero, pensé en su carita hermosa de niño triste, en sus zapatos, en su Jean impecable, en su camisa hermosa, en sus hermanos, en su mamá, en su papá... quise abrazarlo, quise que por dios fuera sábado otra vez, que deje de ser domingo, quise viajar en el tiempo y detenerlo, abrazarlo, sacarlo de ahí, traerlo conmigo, guardarlo en mi abrazo, cuidarlo para siempre de ese dolor del que no podiamos hablar, ni el Cami ni yo.
Pero dios no existe y el tiempo jamas, jamás va hacia atrás, esa es la condena, el tiempo solo va hacia adelante.
No pude Cami, no pude viajar hacia tu desesperación, no me di cuenta, Cami. Perdón.
Compré pasajes a Sucre, al menos iba a despedirme de tu cuerpo, amado Cami, al menos iba a llevarte flores, mi corazón, pero la pandemia Cami, cancelaron los vuelos, papito, nos encerraron en nuestras casas, y no pude ir a despedirme de ti, no pude llevarte flores, no pude abrazar a tus hermanos ni a tus papás.
No pude nada Cami, más que una promesa, la promesa de nombrarte hasta mi último aliento.
Porque me dijo mi papá esa vez, sólo muere quien se olvida y no Cami, yo no voy a dejar que te mueras dos veces, yo llevo tu nombre en mis labios.
Todos los días, Cami.
Para siempre, Cami.
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