miércoles, julio 02, 2025

En esta inmensidad

Van a pasar las horas, que muy pronto serán días, y meses, y años.

No quedará rastro en esta tierra:

ni de la sangre,

ni de las caricias,

ni de las cosas con las que uno sueña.

No habrá lápida ni letras que el tiempo perdone.

Hasta que un día, será mi huella la que desaparezca.

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Van a sumarse los segundos hasta que llegue el último,

ese que se alarga y contiene todo, 

con todos los detalles.

Un segundo.

Un segundo en la oscuridad.

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La muerte es una daga,

un cuchillo afilado.

Es la inmensidad en la que no existimos,

y al mismo tiempo,

el único lugar

donde habitamos

todos.

La luz oscura que me habita

No la he elegido yo.

Siempre le he tenido miedo.

Papá, la virgen que está en la pared me pega. Tengo miedo, me jala mi pelo.

Es casi eléctrica. Un fulgor que no pide permiso. Una energía con la que nací,

como nacen los relámpagos: quebrando el cielo.

Aprendí a hablar rápido para poder decirle a mi papá.

No me puedo deshacer de ella.

Me habita. Me arrastra. Me exhibe.

La gente cree que soy yo la que entra a los lugares,

pero no.

Es ella.

Yo vengo después, recogiendo los restos.

Me mira la gente como si supiera algo que yo ignoro.

Como si esperaran que arda.

Ojalá ardiera 

A veces quemo lo que amo sin querer.

No sé contener este resplandor oscuro que me desborda.

No es fuerza.

Es tormenta.

Late en mí como un tambor viejo, como un dios que exige sacrificios.

La he querido callar.

Me he llenado de silencios para sofocarla.

Pero vuelve. Siempre vuelve.

Respira en mi nuca. Me susurra cosas que no entiendo.

Yo quise ser como los demás, los que no brillan, los que tienen la cantidad justa de todo 

una que no tiemble,

una que no brille en la oscuridad,

Una que no llame a la muerte.

Ella duerme conmigo.

Me sueña.

Yo apenas resisto.

No quiero ser esa luz. No quiero brillar en ninguna oscuridad, quiero mimetizarme, ser parte del asfalto. Quiero ser yo esa sangre que corre y se lleva la vida. Quiero ser ese último respiro, ese que se va y nunca más vuelve 

No quiero ser yo.

No hay redención en este brillo.

La vida es un diseño terrible tras otro.


Clara

La muerte pasa cerca.

Tan cerca de mí.

La muerte me busca.

Respira en mi espalda.

No es un susurro lejano ni una sombra que puedo ignorar.

Siento su mano fría en mi garganta.

La muerte me agarra con fuerza. Me obliga a mirar las plumas ensangrentadas en el asfalto de mi calle, la calle que cruzo cada día para llegar al trabajo.

Una pluma vuela hacia mí.

Mi paloma se despide con un beso mientras de su cuerpo aún brota sangre roja y brillante.


La muerte se ríe de mí.


Me enfrenta a la tragedia.


Clara, mi amor, perdón.


Un charco de sangre crece en el piso de mi cocina, el cielo vacío y  gris, la vida que se va como un humito, el sacrificio de un cuerpo pequeño y dulce que se desangra en minutos eternos.

Mi cuerpo se paraliza, mis ojos no se apartan de los suyos.


La vida se va.


No puedo moverme, tapar la herida, detener el río de sangre.

Quiero detener el tiempo, darle un minuto atrás, quiero salvarte mi vida.

No puedo.

Mi cuerpo no puede.

Me muero contigo.

No hay gritos ni  explicaciones.

Solo un silencio denso que pesa en mi pecho,

la verdad brutal que no avisa,

que no perdona.

Aquí estoy, temblando sin esconderme,

con la culpa pegada a la piel,

con el miedo clavado en mi alma.

Aquí estoy, muerte.

Me rindo.

Ven.

El cuerpo roto de lo que amaba,

la ausencia que grita en cada rincón,

la soledad que vuelve,

e insiste.

Un respiro.

Una pausa.

Una decisión.

Me alejo del amor.

Lo que amo muere en tragedia.

No pude salvarte, me muero con vos.



Clara.

⭐25/04/25

✝️02/07/25