Desperté a las 3 am, igual que cada día, sin ninguna razón, igual que cada día.
Este día pensé en ti, tu cara con una luz naranja, justo en el momento en que el sol hace su último acto de magia, antes de desaparecer detrás de las montañas.
Tu voz siempre serena, casi siempre: —El miedo y la ira son básicamente lo mismo, Vero, vienen del mismo lugar, del fuego—
Es que yo te acababa de decir que yo no sentía ira —quise decir rabia— pero que si sentia, de rato en rato, un miedo muy profundo.
Aterrador.
Frío
Caliente.
Veloz.
Como un torbellino en llamas.
No es ausencia de ira: es su forma más silenciosa, la más antigua: el miedo.
(Más denso que el miedo. Es esa angustia que de pronto se instala en mi pecho y no me deja respirar)
Tener miedo es comprensible, pero enfurecerse es imperdonable.
El miedo quiere protegerme, la ira quiere liberarme.pero cuando las dos fuerzas se cruzan, se transforman en este nudo frío y violento.
Las dos cosas arden con el mismo fuego.
Me quedé mirando la ventana hasta que amaneció.El cielo tenía ese mismo naranja tuyo.
Y por un instante,
Quizás eso también es posible
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