sábado, octubre 25, 2025

Soy río.

Mi cuerpo es transparente, recién pude ponerle palabras a esa sensación.

Una faja.

Una chuspa.

Un cinturón, una chompa abotonada, una cartera atravesada (todos me miran, todos miran de que está hecho mi cuerpo)  una chaqueta, una almohada, una carpeta (mi piel es transparente, soy de todos los colores)

Me he mirado en un espejo, sin chuspa, sin chompa, sin mi bolso atravesado. Transparente como los renacuajos. De colores rojos amarillos blancos negros azules. 

Me he mirado de frente, como esa vez que mire el río.

Prefiero que no me miren, que no me quieran tocar.

Por eso la chuspa,

Una faja.

Mi chompa abotonada

Entonces el mar se hace peligro, el agua infinita y transparente como mi piel,

repleto de vida y de colores, como mi cuerpo.

El agua del mar.

A la que llegan todos los ríos.

Podría funderme en ella y desaparecer sin que se vaya del todo mi consciencia.

Pensé que era tierra y resulta que soy río.



viernes, octubre 24, 2025

Vértigo

Yo le tenía miedo al agua, pero solamente al agua del mar.

El agua del río fue más bien el lugar donde me atreví a un montón de cosas, salte de una piedra resbalosa a otra porque quería mirar al río de frente. 

Y hasta hoy, lo miro de frente.

Aprendí a nadar en una corriente que concluia en una posa (con la ayuda mi papá) solo que yo no vi la posa cuando estaba en la corriente, así que aprendí a nadar.

Pero el agua del mar. 

Tan oscura

Tan fría.

Sin posas ni salvación.

Las cosas sin precio

 Yo, cuando hago una foto, recuerdo para siempre ese instante: el clima, el olor del aire.

Cuando hago una taza pasa algo parecido: recuerdo los momentos que la hicieron, la cuchara de la sopa golpeando, una hojita del árbol de la esquina, una flor dibujada con el cuchillo del queso.


—¿En cuánto las vendes?


Dejo que pasen los segundos para no responder cualquier cosa.

Pero pasan, y nada cambia.


¿Tú crees que algo que contiene tantas cosas puede tener un precio?

Porque a mí no se me ocurre cómo.


Una taza es lo mismo que una foto, pero de otra manera.

Son mis manos, mis caminares erráticos por la cuadra.

No puede tener un precio.

Es un tesoro.


miércoles, octubre 22, 2025

No Grax

La cosa se va poniendo seria.

Las noches se han partido en dos.


Duermo dos veces.

Despierto dos veces.


La resaca.


A veces siento miedo,

a veces nada.


A veces la misma imposibilidad

de ponerme de pie

me obliga a hacerlo 

sin dudar.


Mi cuerpo es fuerte.


Yo tengo el control.


En estos días no queda espacio en mí

ni siquiera para las quejas.

Apenas un vaso de agua,

una taza de té.


No gracias.

No gracias.

No gracias.


Debo caerle pesada a la gente,

pero ni modo.

No tengo explicaciones para nadie.

No quiero comida.


No necesito de tu ayuda.

Puedo cruzar la calle sola

y puedo cargar sola mi mercado.

lunes, octubre 20, 2025

Y tu mamá también

 Mi mamá está en mi casa.

Y lo que siento es un montón de emociones que se miran de frente, se chocan y por un instante desaparecen.
Pero vuelven.
Vuelven de inmediato.

No quiero tener que escuchar horas lo que tiene para decirme, ni los nombres, ni las historias que ya conozco.

No tengo ningún problema con ella —la quiero, le estoy agradecida—
pero no puedo interrumpir el silencio.

Necesito habitarlo profundamente para poder despertar a esta vida confusa cada día.

Es de vida o muerte.
Aunque esta vez no tenga ningún reclamo.


Voy a llegar tarde.

domingo, octubre 19, 2025

Matías

Se va el niño.

Ese niño que no quisiste soltar en la puerta del quirófano.

Casi se los lleva la muerte, a vos y a él te acuerdas?

Igual no lo soltaste, no dejaste que se lo lleve. Te quedaste ahí, tan cerca de el.

Ha cumplido 21. Es un hombre.

Se va ese que solo te buscaba a ti en todas las salas de espera.

Ese que se compuso —quién sabe cómo— y dio sus primeros pasos hacia ti.

Ahora camina solo.

Se va el de la llamada "mamá,  tenemos que hablar

El mismo que lloraba su primer desamor justo en el cuarto que estaba al lado.

En dos años termina la Universidad.

Se va ese que llegó a tu casa cojeando después de haberse caído en la patineta.

Se va él, su mochila y su barba.



sábado, octubre 18, 2025

Que es eso, amor?

¿Qué es eso que no te atreves a mirar?


¿Es el niño que pronto parte?

¿Acaso no lo has criado para eso? Para que llegue el día en que la adultez lo llame con fuerza.


¿O es que, finalmente, se ha ido ella?

Pero hace meses que tú sabes que no vuelve, tú sabes.

Ella dejó las puertas cerradas. ¿Cuál es la sorpresa?


¿O es que se va él?

¿Sabes cuántos años extras ha estado contigo? ¿Sabes cuánto le ha costado? ¿Por qué piensas que se va?


Está bien. No importa. Sabemos por qué.


Te vas a quedar sola en la casa que contuvo tu sueño: tú, el silencio y, de rato en rato, el perro.

De rato en rato, un pájaro carpintero.

—Porque no pudiste tener un gato—; porque dejaste de mirar donde tendrías que haber mirado, y pasó lo peor que podía pasar.


Un fracaso. Una vida. Clara.


¿Quién va a responder cuando llames?

¿Quién va a golpear la puerta del baño?

La Bosnia. Pobre Bosnia.

(No tiene idea.)


¿Cómo pensé que había salido del abismo?

Si el abismo es esto: soy yo, la fuerza de mis caídas, la furia de mis miedos, eso que me hace sentirlo todo.

Todo, todo, todo.

El aire cuando entra (limpio). El aire cuando sale (sucio). Las fibras de algodón de mi polera. Mi sangre. El río bravo. El río implacable. La electricidad. Los miles de miles de cables. Su ausencia. Un golpe furioso. Su sonrisa. La complicidad que no desaparece. Sus ojos lagrimosos. Los míos temblorosos. Sus manos lejos de mis manos.


Ya pues, amor—.


Todo lo demás desaparece: la luz, las corrientes de aire, las voces, los platos, las licuadoras.

Siento todo.

Un volcán atraviesa mi garganta.

El aire caliente en mi pecho.

Los sonidos, de afuera, los de adentro, los de mi cabeza.


Escucho todo.


Escucho tus pasos alejándose de mí.

Escucho los míos buscándote para siempre, en mapas desconocidos, en senderos desaparecidos, en un tiempo que no existe.

Tu voz.

Apenas un susurro.

viernes, octubre 17, 2025

Diez bolivianos

Diez años


Y así nomás fue.


Así fueron diez años.


Una cuenta conjunta con diez bolivianos.

Todo separado, sin rastros, sin nada.

Ni siquiera necesitaban mi firma.


Cinco bolivianos para cada una.


Hoy le devolví sus muebles, su radio, su balanza, su vestido azul

y un montón de huevaditas que dejó cuando decidió fugarse de la casa.

Fue con los de su oficina, claro,

en el que fue nuestro auto, obvio.


—Toma estos tenis—

"Vos toma estos zapatos"

—Gracias por todo—

"A ti gracias por todo"


¿Cenamos hoy?

—A las siete está bien—


Y listo.


Cierro la puerta.

Nio puedo quedarme a escuchar sus pasos.

Voy a mi cama con urgencia,

mientras intento juntarlo todo.


Esta casa es otra casa.

Ahora tengo un gato que se asusta de verla.

Claro, es una extraña.

Casi no ha levantado la mirada.


También: diez años.


Todo pasó en diez minutos.

Todos esos diez años quedaron embutidos en unos minutos:

la Bosnia ladrando como demente,

el gato asustado,

yo herida por el miedo del gato,

los amigos de la ofi cargando como albacos,

el Mati ausente como siempre,

las plantas, los cuadros, los colores,

los recuerdos, los cajones, las ventanas, las flores.


El miedo.


Diez años.

Diez pesos.

Diez minutos.


miércoles, octubre 15, 2025

Antes de la tormenta

Una vez, hace un montón de años, viví este adormecimiento sensorial.

Una pausa violenta.

Ninguna advertencia.


Es tan intenso que parece eterno,

pero nunca lo es:

apenas la calma antes de la tormenta.


Sé lo que viene —mi cuerpo lo dice con todas sus fuerzas—,

pero eso que viene tampoco me asusta.

Lo he vivido un millón de veces:

en los parques,

en los caminos de regreso a casa,

en las partidas,

en las ausencias,

en los cambios violentos.


Igual pasa.


Aunque me toca decir que es agotador.

Más ahora,

que mi cuerpo acompaña el ciclo.

Más ahora,

que hay ratos en que me cuesta respirar profundo.

Más ahora que nunca.


lunes, octubre 13, 2025

Trescientos y algunos días

Yo siento que todo pasó en un mismo instante.

Como un interruptor que se apaga.

Como un puente que ya no conecta nada

Un rato estaba todo, y de pronto dejó de estar.


Lo supe cuando la vi llegar sola y no sentí ganas de levantarme para saludar.

Lo sé desde entonces, todo el tiempo.


Eso que fue ya no es.

Es algo que ya no existe.


Cuando entendí que no iba al almuerzo, no sentí ningún agujero debajo de mí,

ni dentro.