“Voy a ir a almorzar.”
Pum.
El aire se vuelve turbio,
como cuando un bosque arde
y el mundo se suspende.
Pero sin calor.
Más bien se enfría.
No es humo.
No huele a nada.
Los pájaros vuelan en cámara lenta.
Su canto se desdibuja
como una melodía que se olvida.
“Voy a ir a almorzar.”
El tiempo se detiene.
A mi favor.
Mientras ella termina la frase,
yo ya tengo la respuesta:
“Claro, ven, hay pasta con strogonoff.”
(yo sé que le encanta).
Anoche también la vi.
La miré por las rendijas
de la madera que ella compró,
para cubrirme de la gente.
Tan linda que es.
Pum, pum.
Pum, pum.
Mi corazón se para junto al suyo.
Y empezamos a latir juntas
como si el mundo entero
hubiera igualado sus pasos.
Septiembre se acaba.
Es la última vez que será mi primer septiembre sin ti.
Se han ido agotando mis primeras veces:
mi primer domingo,
mi primera navidad,
mi primer cumpleaños,
nuestro décimo aniversario…
sin ti.
Cierro los ojos.
Escucho solo tu corazón.
Se mezcla con el mío.
La música se apaga.
Las voces se diluyen.
Todo se vuelve silencio
y solo late
tu corazón
y el mío.
Todavía no he vivido
mi primer despertar
sin buscarte.
Aunque cuando no te encuentro
mis ojos ya no lloran.
Cierro los ojos
y me imagino tu corazón,
latiendo al mismo ritmo que el mío.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario