lunes, agosto 12, 2024

Hemos nacido muertos.

He intentado como loca detener la angustia que me da estar viva, nunca, ni cuando más cerca he estado, me he aferrado a la vida, todas las veces que he vuelto a abrir los ojos, me he sentido derrotada. 

En una clínica. 
En mi auto. 
En un parque.
En un centro para personas tristes.

Cómo puede ser tan difícil estar viva. 

¿No piensas en tus hijos? 
Claro que pienso. 
¿No piensas en tus papás? En lo que van a sentir? En tus hermanos? 
Claro que pienso. 
Pero a veces también se me ocurre pensar en mi. 

No pienso en mi futuro. El futuro de un alma triste, no es la vida. 
No pienso en la casa de mis sueños, en mis sueños no existe ninguna casa. 
No pienso en nada en realidad, solo busco desesperada la puerta de salida. 

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Pero ahora  sé que no soy la única. Desde ese día, sé que somos el y yo. 

Un día el y yo nos encontramos, no recuerdo bien su cara, no sé si tenía el pelo largo o no, recuerdo más su mirada, la recuerdo por esquiva.

Sus manos. 
Sé sus manos de memoria, como si sus manos fueran el mapa hacia el silencio. 
Su voz. 
Sé cómo suena su tristeza. Sus miedos y su rarisima esperanza. 
He memorizado su risa y  he sentido en mi cuerpo su llanto. 

Hemos nacido muertos, me dice y entonces entiendo todo. 







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