No dejo de buscar, ni un minuto, la raíz de toda esta angustia.
Es un viaje inmediato a esos días en los que me costaba tanto mantenerme viva, me levanto, vuelvo al presente, no alcanzo a terminar un respiro y ya estoy otra vez en la furia de esta caída.
Busco la razón cuando me despierto en medio de la noche, atrevesada por ese golpe de tristeza y miedo.
La busco cuando lo único que ven mis ojos es la escena inexistente del mercado a las 6 de la tarde, cuando el último rayo de sol ilumina un pedazo de carne con moscas.
La busco cuando pienso en ti, Camilo, y siento como se abren los suelos y el centro de la tierra me lleva a una caída sin fin.
Podría haberte salvado, Camilo?
La busco cuando pienso en ti mamá, cuando mis ojos te buscan desesperada en un mercado al que jamás he ido contigo, la busco cuando me pregunto, mamá, que me hizo falta.
Será que existe algo que pueda hacer yo? (aprovechando que aun estas viva)
La busco cuando llega la tarde y el sol ocupa todos los espacios de mi vida, cuando el brillo de su luz me encandila y cuando el viento se suma a enceguercerme más todavía con toda la tierra que trae a mis ojos.
Más bien encontré estos lentes amarillos
La busco siempre, busco la raíz de esta angustia todos los minutos que tiene el día.
Pero no, nunca la encuentro.
Encuentro en cambio, el canto de las ballenas.
Encuentro el sonido tranquilizante de una llamada de teléfono, que por suerte nadie contesta.
Encuentro pájaros cuando miro hacia arriba y me uno al vuelo de ellos.
Me voy con ellos, pero siempre vuelvo. Siempre vuelvo, me voy con ellos y siempre vuelvo.
Encuentro formas de esquivar la angustia, pero nunca encuentro la raíz de todo.
He ido a los lugares más profundos y más oscuros de mi ser y no he podido encontrarla.
Quizás la encuentre cuando me encuentres tu en ese mercado oscuro a las 6 de la tarde, ese mercado al que nunca hemos ido.
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