El día que nos conocimos.
Los primeros nueve días se apagaron todas mi urgencias, la foto, los dibujos, las letras, las palabras, sentí que estaba a punto de perderlo todo, todo lo que soy, el caos que soy, que he sido siempre.
Día 10
Después llegaron 3 días de descanso, qué descanso habrá sido ese, mis manos, las palabras, mis ojos, todo alerta, todo haciendo algo. Todo el tiempo, algo de mi, haciendo algo.
(9 dias más)
Ninguna urgencia se ha vuelto a activar, pero dibujo y escribo y veo la maravilla igual que antes, pero sin caos, en limpio.
Día 1 de la segunda ronda (15 de junio)
Voy a ver a mi madre, no tengo miedo, estoy protegida por el vértice, la veo, me mira furiosa, su furia no me toca, la miro de lejos, ya no la extraño, es un ser ajeno a pesar de ser mi nido. Mi alma ya no tiembla. Su lugar está ocupado, ya no me habita la angustia, ni el caos ni el miedo, por primera vez siento la calma, descubro la serenidad.
Día 25.
La madre pasa de madre en madre, se llena de energías sobre un cuarzo, en un lugar donde nada puede pasarme. En un muro donde encuentro bosques mientras la madre de una niña igual a la niña que fui yo me va mostrando la calma.
Cierro mis ojos por unos segundos, sus manos me sostienen, me siento segura y por primera vez desde que tengo memoria, no siento vértigo.
Cierro mis ojos unos segundos y no siento el vértigo que ha marcado desde siempre mi vida cuando cierro los ojos.
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