sábado, enero 24, 2009

I am going back to the trees... thanks to you



Ella antes podía subir y bajar de las ramas y sentirse vencedora y dueña del mundo solo por poder mirar el mundo entero desde ahí, pero esta vez ha caído desde muy alto y no tiene como levantarse, esta toda enredada entre sus patas y las alas que un día decidió dibujar en su espalda. Ha descubierto lo lejos de está ahora de esos seres encantadores a los que no abrazó por cosas de ceguera o de estupidez, o peor aún, por miedo a quererlos y luego llorar la inevitable despedida. Ella ha perdido la esperanza de estar entre las ramas que la protegían de toda esta mundanidad, a ella le duele la tierra y los charcos de barro malolientes en los que se mete cada vez que intenta enderezar sus patas largas, ella con ese cuello inmenso apenas logra divisar el mercado de tomates y piñas y solo mantiene el recuerdo de su bolsa de colores llena de frutas y panes y ahora vacía en esencia y llena de cosas podridas e inútiles, solo cajetillas de humo envasado sin nada adentro, todo está vacío… y ese vació le entierra la cabeza en agujeros fríos y oscuros.

Se le han secado las lágrimas de tanto llorar, lamenta tanto ser muda y no poder gritar para que algún pájaro la levante… ve la sangre en sus dientes y sabe que no será el fin, pero que deseará con toda el alma que lo sea, conoce a la perfección las horas que vienen y el dolor de cada centímetro amarillo la aterra. Y entonces busca meter la cabeza y el cuello y todo lo que pueda en la madriguera de un gato que se cree topo y pelea con la tierra y ahí está, incrustada en la tierra, inmóvil y asfixiada, su cuerpo es el límite de sus movimientos, solo queda el aire que cabe en los espacios diminutos que no ocupa ella. Pasan los días y ella no puede contarlos, ya el sol y la luna no están en su mirada, solo la tierra y algunos gusanos que pasean con esa risa tan hostil… vienen a robarse el aire de ella y el espacio que le queda.

Sabe que no va a moverse nunca más hasta el día ese en que decida morirse, sabe que si no grita no la van a salvar y sabe que su voz nunca ha existido… sabe que sus patas enredadas no van a sacarla de ahí, sabe que sus alas pintadas no van a volar con ella… pero una risa detrás de la tierra rompe su tristeza… caen pedacitos de tierra y se abre una ventana que conecta ese agujero con unos ojos violetas, es un conejo maravillosamente azul y se ve tan sorprendido por el hueco en el que se ha metido la jirafa, tiene una nariz rosada con la que saca la tierra que falta, y de alguna manera casi mágica este animalito abraza a la jirafa. Entonces sin sol y sin luna aún vuelve a nacer una esperanza, casi puede sentir en sus recuerdos el olor de la libertad de sus ramas… y el conejo se acelera y cava, saca la tierra que atrapa a su jirafa, las horas y los días se suman en tiempo para salvarla, este conejo olvida las zanahorias que dejó enfriando por la mañana y cava, y mientras cava inventa cuentos mágicos y dibuja soles, lunas y estrellas en las hojas de las plantas. Podrían faltar semanas de trabajo, pero este conejo no se cansa y mientras mueve y reconstruye ese mundo canta… “Que ponga tachuelas en mis zapatos para que me acuerde que voy caminando y que cuelgue mi mente de una soga hasta que se seque de problemas y me lleve...”

Y la jirafa respira fracciones de aire que pronto se transformarán en fracciones de un día normal… hasta la siguiente caída.